…hacerte un Fernán Gómez.

No hace falta ser grosero. O sí. Todo depende del concurso de méritos del que vayas a mandar a la mierda. Algunos se lo ganan a pulso. En el trabajo, cuando sales de juerga, con el vecino, en las cenas navideñas o en fiestas de guardar… es algo muy habitual. Soportamos mofas, desplantes y feos durante toda la vida por parte de personas que no somos capaces de alejar de nuestro mundo, pero –de vez en cuando- hay que dar un puñetazo encima de la mesa y saber decir: ¡HASTA AQUÍ! ¡Basta ya de poner la otra mejilla!

A la mayoría nos han educado para ser amables y atentos, para ser políticamente correctos y…así nos va. No somos capaces de parar los pies al tonto de turno porque está feo y al final acabamos hundidos en la miseria, con la autoestima por los suelos y cagándote en la madre que parió a… ¡Pues no! ¡No todo vale! La buena educación es absolutamente necesaria, pero sin pasarse. Hay que aprender también a vivir sin pelos en la lengua y acabar con tanta falsedad mal disimulada. Hay que empezar a ser valientes, prescindir de los buenos modales y expresar lo que sentimos. Acumular resentimiento perjudica seriamente a la salud. Y la mejor medicina al alcance de todos (y gratis) es hacerte un Fernán Gómez, ese ¡VETE A LA MIERDA! que te sabe a gloria cuando la mala leche se ha apoderado de ti.

No entiendo que pueda tener detractores el arte del mandar a la mierda cuando tiene un efecto altamente liberador. ¡Vaya peso te quitas de encima! Además, aconsejo eso que tanto me gusta cuando sueltas la palabrita mágica: vocalizar bien (para que no haya posibilidad de confusión alguna), saborear la escena y observar, sin pestañear, el efecto que está causando en el destinatario. Si luego se arreglan las cosas, pues mucho mejor, pero si la cosa no se reconduce ya sabes qué lugar ocupa esa persona en tu vida. Como dice el refrán: “El tiempo pone a cada uno en su sitio, pero si vas mandando a algunos a la mierda vas adelantando camino”.

Mandar a la mierda no se enseña en la escuela…ni falta. Ya la aprendes en el día a día. Así que arremángate y la próxima vez, en lugar de callarte o reír las gracias sin gracia, planta cara y no te quedes callado. No hace falta decir la palabra mierda, pero usa otras que sean lo suficientemente reveladoras para que el personaje sepa a dónde le estás mandando. Y, por mucho que te digan, no desperdicies la oportunidad ni dejes que la gente te convenza de lo contrario. Todos deberíamos hacerlo. No cuesta mucho. Es cuestión de practicar la técnica más a menudo.

Pero no todo vale. Hay que saber cuándo y cómo. Porque tampoco se trata de dar rienda suelta a la palabrita. Hay que saber administrarla. Y ya te digo que una no siempre se queda mejor después de soltar a la bestia. Así que, si el agravio no es de nivel superior, de esos que han traspasado todos los límites, a lo mejor con mandar a la porra o soltar un “vete a tomar viento” está más que reconocida la intención que tienes con esa persona. También me vale un “váyase usted a freír puñetas” que siempre me gustó, aunque reconozco que es más del siglo pasado. En pleno siglo XXI es más frecuente “vete al diablo” o mandar “a freír espárragos”, aunque -la verdad- no entiendo que eso sea un agravio. Porque…¿Qué culpa tendrán los espárragos?

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

spot_imgspot_img

Suscríbete

Seguro que te gusta

10 años aquí…

10 años aquí, y seguimos. No te voy a...

La puerta abierta.

Ha caído en mis manos un interesantísimo libro que...

Cogito EGO sum

No, no has leído mal, pone EGO, así bien...

Mis Jedi

La vida está llena de decisiones difíciles: elegir entre...

23 LECCIONES DEL 23

Decir que no a lo que no. Y ser...
Artículo anteriorEl parchís nunca falla.
Artículo siguienteMALAS Y BUENAS NOTICIAS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Share This