MI SUERTE

Tengo mucha suerte.

Confirmado.

Se habla mucho sobre la importancia de ser una fiera en los negocios o en el trabajo, que te asciendan hasta los altares con puestos de responsabilidad (sueldo incluido) pero… ¿de qué te vale si no tienes con quien pasar el resto del tiempo? ¿pa qué tanto cuando, de viernes a domingo, no sabes qué hacer con tu soledad? Y es que, a veces, se deja de lado el importante papel que juega la amistad en todo esto.

Porque señoras y señores, hay vida más allá del curro. Y ahí andamos, luchando por tener nombre y prestigio, pero esa vida no es la misma cuando cierras la sesión y apagas el pc. A partir de ahí… ¿qué? A partir de ese momento es cuando la cosa se pone seria porque empieza la vida de verdad. La tuya. Esa en la que pasas a ser TÚ.

He visto gente que se lleva el trabajo a casa simplemente porque no tienen otra cosa mejor que hacer. No se lo llevan porque tengan que adelantar unos presupuestos, estudiar unos informes o presentar una demanda. Lo que les pasa es que no tienen plan B. Viven el mismo fin de semana tras el mismo fin de semana una y otra vez. Se consuelan así. Y la pregunta es: ¿de qué te sirve ser importante en el trabajo, con luces y taquígrafos a tu alrededor, si una vez que se apagan los focos no tienes a nadie con quien echar unas risas, unos llantos o…unas cañas?

Tener amigos -quien más quien menos- tiene, pero tener buenos amigos es otro cantar. Y que los tengas ahí a las duras y a las maduras, es de premio. Sobre todo a partir de cierta edad. Y yo, sea por lo que sea, compruebo cada día que pasa que estoy rodeada de amigos que me quieren, me cuidan y se preocupan por mí. Generosos, comprensivos, sin regodearse en mis mierdas… Resumiendo: ¡Tengo los mejores amigos que pisan el planeta Tierra! ¡Ya lo he dicho! ¡Y el que pueda que lo mejore! Y no es porque llega la Navidad y ya esté en “modo moñas”. Es porque me lo demuestran haga o no haga falta y sin pedir nada a cambio. Lo hacen porque les da la gana. Y son tantos que me falta tiempo para disfrutar de todos ellos como se merecen. Porque yo sí les quiero dar mucho a cambio. Quiero darles abrazos, quiero darles más buenos ratos y quiero darles las gracias. Y en mi corazón hay sitio para todos. Porque se han quedado a mi lado cuando han sabido que no era mi mejor momento, porque han pensado en mí para celebrar sus éxitos y porque me han querido en su vida a pesar de mis arrebatos y mi mal genio.

Y ahí es donde quería llegar. Porque cuando el mundo era una fiesta nos faltaban dedos para contar gente con la que pasarlo bien, pero cuando vienen mal dadas…ahí es cuando hay que echar la cuenta. Y cuando cuentas, te sobran dedos en las manos. De pronto el personal se esfuma como en los trucos de magia. Y eso no a todo el mundo le pasa…pero a mí sí. Mi gente está ahí, al acecho, pendientes de mi bienestar, preocupados por mi paz. Y si notan que me tambaleo tardan cero y menos en acercarme su brazo para que no pierda el equilibrio. Y si lo pierdo, corren como alma que ve al diablo para levantarme. Así las gastan.

Mi suerte es esa. Darme cuenta de que la infelicidad de algunos momentos siempre ha venido acompañada de mis amigos. Y es que la amistad es un trabajo…maravilloso.

P.D.: A la Navidad le pido que los cuide. Sin ellos…no soy nada.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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