El parchís nunca falla.

Desde que las plataformas entraron en mi vida os podría decir que paso más tiempo eligiendo la serie o peli que ocupará parte de mi tiempo (y de mi siesta) que viéndola. Y a veces voy más allá. No sólo tardo lo indecible en elegir algo con lo que ocupar mis ratos frente a la pantalla, sino que una vez hecha la selección y haber dado al play, en nada la quito y paso a la siguiente de la lista o tengo que volver a empezar. No sé qué extraña fuerza de la naturaleza se apodera de mi pero no consigo centrar la atención en eso que concienzudamente he elegido durante un largo, larguísimo rato. Y mira que le pongo ganas en eso de programarme y activar mi motor lento junto a una gran fuente de palomitas…pero no hay manera. Tengo amigos que dicen que la mitad de la diversión de ver una película es escoger lo que vas a ver. Incluso los hay que llaman a este fenómeno como una “enriquecedora experiencia” ¡Felicidades queridos! No te digo que no enriquezca algo ni que pueda ser divertido ocasionalmente, pero… ¿será que algunos han convertido el exceso en normalidad? ¿O seré yo que por mi condición de letras puras no soy compatible con los algoritmos de las plataformas?

Según dicen los que saben de estas cosas y de sus explicaciones científicas navegar por plataformas no debería ser una fuente de estrés, sino una experiencia agradable y fluida. Sin embargo, cuando provoca el efecto contrario se debe principalmente a que nos enfrentamos a infinidad de decisiones en nuestra rutina diaria y lo de la peli al final de la jornada como que nos desborda. También dicen que el estado emocional que tengas en ese momento juega un importante papel en la manera en que te enchufas a la peli. El caso es que mi mente ni se enchufa, ni se divierte ni se enriquece. Se vuelve bastante torpe. Aparece la fatiga, el bloqueo y me abruma. ¡Y creo que abruma al más pintado! Os confieso que esta práctica, tan a simple vista placentera, me dispersa y me produce ansiedad. ¡Para nada es una experiencia relajante! ¡Es todo un reto!

Porque lo de quedarme dormida viendo una serie no me molesta. Es un clásico. Mi familia dice que no llego ni a los títulos (y la verdad es que algo de razón tienen), pero lo que me da mucha rabia es que no consiga engancharme a la pantalla a pesar de ser una elección a la carta, aderezada con los ingredientes que más me apetecen. Así que cuando me siento delante de la pantalla, por mucho que confíe en mi instinto, y compruebo que los catálogos de las plataformas son un auténtico laberinto de títulos que me desborda y -de la forma más tonta- me llega a intimidar, convierto el acto de elegir la película perfecta en un auténtico desafío. La indecisión es tal que, y aquí viene el mea culpa, al final ni tiro de la lista de favoritos, ni sigo las recomendaciones de mis grupos de wasap, ni me guio por los expertos de cine. Directamente abandono. Cierro la pantalla…y abro la del parchís.

El parchís nunca falla.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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