«El enemigo público Nº 1»

De los carnavales me molesta (casi) todo.
Hay excepciones. Como en (casi) todo.

Sigo fascinada con la mágica Venecia en Carnaval. Enganchada a Cádiz y a sus chirigotas. No quiero morir sin visitar el sambódromo, pero…me molesta “ese” ruido. No entiendo las borracheras sin control. Ni me gusta el desmadre porque sí. ¿Será también porque las temperaturas no ayudan? ¿Y por la suciedad que dejan a su paso? ¿O por qué usan el antifaz como ese escudo donde cada uno puede ser lo que quiera ? ¿En serio es la excusa perfecta para perder la vergüenza?
Debo sonar aburrida y para muchos a partir de hoy soy el enemigo público número uno. Siento ser tan sincera. Es como al que no le gusta el fútbol mientras que para muchos es…una forma de vida. Y, a veces, tengo la sensación de que debo pedir perdón por pensar así pero luego leo que a casi la mitad de los brasileños no les gusta el carnaval y se me pasa.

Al carnaval le he dado muchas oportunidades, fingiendo pasármelo pipa y he comprobado que es (casi) imposible escapar de él. Pienso que esto viene desde que era niña. A esa edad, cuando te toca disfrazarte, no puedes negarte. Estoy casi segura que algo de ilusión me hizo, pero eso de ser obligatorio pasártelo bien creo que es un rasgo más de mi eterno inconformismo contra las celebraciones impuestas y, por supuesto, la fiesta sin límites con el pretexto del carnaval forma parte de mi “lista negra”.

Vaya por delante que soy máxima defensora de escapar de las normas impuestas. El ser humano lo necesita. ¡Yo lo necesito! Necesitamos válvulas de escape pero… ¿son necesarias una fiesta y una máscara para ser mejores? La máscara no nos hace ser mejor persona. ¡Ni mucho menos! Hay cosas de las que un disfraz no te protege. Muy al contrario, esconderte detrás de algo que no deja ver quién eres desnuda tu alma. Saca ese rasgo tan tuyo y que tan oculto tienes. Piénsalo.

Entiendo el carnaval como un ajuste de cuentas donde es el anonimato la pieza principal del juego. Y como un auténtico laberinto de pasiones donde la noche es la reina de la fiesta. O como humor con bromas que, muchas veces, no hacen ni pizca de gracia. Y como una denuncia contra los excesos. Pero no me acaba de convencer que todo eso que vivimos día a día necesite manifestarse en una explosión multitudinaria de frustraciones acumuladas a lo largo del año y que sólo nos atrevemos a denunciar en…carnaval.¡Oigan, que todo el año es carnaval!

Si tú eres del carnaval, vívelo como si no hubiera un mañana. Recuerda que la única regla del carnaval es que no hay reglas. Estos días no tienen libro de instrucciones. Así que ponte el disfraz, haz mucho ruido, sé excesivo, derrocha ironía y dale al sexo con todas tus ganas. ¡Todo vale! ¡Es carnaval!

Yo, mientras, me quedaré retozando con Don Carnal, Doña Cuaresma, el Arcipreste de Hita y su “Libro del buen amor”.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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