¿Pues sabes qué te digo? Que llevo una temporadita sin ganas de ná. Pero no es eso que estás pensando. No necesito vitaminas o ración triple de café, ni un chute de energía ni nada por el estilo. A lo que me refiero es que paso de hacer lo que no me da la gana, incluso paso de no hacer nada si es lo que quiero en ese momento. ¡Que de lunes a viernes entre el trabajo profesional, el doméstico y lo que surge, ya me vale! Así que me he dado cuenta que cuando el finde asoma la patita, a no ser que la cosa sea altamente apetecible y el cuerpo me lo pida, paso de poner la maquinaria en marcha. Y en esas ganas de ná también entra aplicarle a mis RRSS el modo OFF.
Y os lo cuento ahora y aquí porque hace tiempo que lo estaba poniendo en práctica y más de uno -y más de dos- me preguntaban por qué había dejado de hacer cosas que SÍ hacía y sigo haciendo. Me explico. Dejé el remo durante una temporada porque me habían operado del pie. En esa época, cuando me encontraba por la calle con gente que no veía a diario lo primero que me preguntaban era por qué había dejado de remar. Y eso me hizo pensar. Pensar no sólo en lo demasiado que les gusta al algunos el cotilleo y el visilleo, sino pensar en mi relación con el mundo virtual. Y me di cuenta que ya no me gustaba tanto como antes subir selfies divertidos a mis perfiles ni contar mi vida día sí y día también. Creo, sinceramente, que a partir de ese momento mi trato con las RRSS empezó a cambiar. Ojo, me lo sigo pasando pipa en las redes y me gusta ver qué hacen “mis facebookeros” y “mis instagramers”. También sigo publicando mis cosicas pero desde entonces (y de esto ha pasado un año) me asomo a las redes para publicar -y para ver qué publica el resto- solo cuando realmente me apetece ¡Y nada mal, oiga!
Así que cuando me veáis, antes de volver a preguntarme, que sepáis que no publico porque no me da la gana. Tan simple como eso. Porque sigo poniéndome la peineta de vez en cuando, sigo cogiendo el micro en el kararoke para desgañitarme y sigo disfrutando de muchos planes y muchos manjares, pero la diferencia es que ahora no os enteráis y, si lo hacéis, es porque alguien se ha chivado o porque yo he querido.
Antes “NO ESTAR AHÍ” era imperdonable (por lo menos para mí). Ahora he descubierto el placer de perderme cosas…o de hacerlas y que te las pierdas tú. Necesito un respiro de esos que incluya una pequeña cura detox digital (sin llegar a desconectar totalmente, of course). Necesito el derecho a disfrutar con lo que lleve entre manos en ese momento sin pensar en otra cosa y descubrir que, mientras otros se los están pasando en grande, tampoco me he perdido nada importante. Necesito aburrirme, decir No a algo que seguramente será la pera limonera y donde estará todo quisqui pasándolo bomba. Necesito perderme eso de “estar al día”, perderme planes y disfrutar lejos del mundo exterior. Y necesito disfrutar de esas personas que merecen la pena, pero de verdad. Al fin y al cabo, el secreto es tan sencillo como que, si te apetece un plan, hazlo y si no ¡pues no!
Y desde ya os digo que decir adiós a perderte cosas es liberador…y buenísimo para la piel.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.