«LOS GALONES»

Cuando llegué a mi trabajo actual tal día como hoy hace 30 años yo tenía veintipocos. Ahora tengo cincuentaytantos. En un abrir y cerrar de ojos he pasado de ser “la chiquilla” a que algunos compañeros me llamen de “Usted”. Es más. Tuve una jefa y, dos décadas después, tuve de jefa a la hija de esa jefa. Echad la cuenta. O no. Mejor no. ¿Pa qué? ¿Pa que me toque un poco las narices? Pues sí, aunque de momento sólo un poco. Porque, aunque os parezca una chorrada, no lo es. Está claro que divertirme me he divertido un buen rato a lo largo de mi vida, pero en ocasiones he llegado a quedarme totalmente descolgada de ciertas conversaciones y de algunas quedadas o pachangas y esto, según tengas el cuerpo de jotero ese día, te toca la moral. ¡Ojo! Y esto en cuanto a todo aquello que nada tiene que ver con el trabajo porque si hablamos de nuestra relación en el ámbito profesional tampoco es que estemos muy a la par.

Independientemente de que la gente joven tiene unas energías y unas ganas de comerse el mundo que flipas, también su forma de ver el mercado laboral dista mucho de nuestra visión. Obvio. Y esa es, sinceramente, la única diferencia que veo. La proyección a futuro. Ellos son más inquietos, quieren cambiar las cosas y lo quieren hacer ¡YA! Y cuando esto pasa, cuando cambia el mercado y tú no, el mercado te saca del tablero de juego. Así que, “compañeros viejunos”, si queremos estar ahí nos tendremos que poner las pilas o nos veremos fuera de lo que se está cociendo. Por lo menos eso pienso yo. Y eso intento hacer cada día. Porque aunque para algunas cosas yo ya soy vieja, para trabajar soy y me siento joven y sigo muy en forma para subirme a su carro y al que haga falta aunque la vida -y otras cosas que van de la mano con ella- nos desgaste.

Como pasa con todo, esto también depende de las ganas que uno tenga. Amargados y depres ha habido siempre y siempre los habrá. Y algunos de ellos se fijan más en lo que nos separa que en lo que nos une. Suena feo, pero es así: se creen que están en la selva. Y no. Porque más allá de ver un campo de batalla entre seniors y juniors, lo que yo veo -y siento- es que nos encontramos en un lugar de encuentro profesional donde cada uno intenta demostrar sus puntos fuertes. Y juntos nos alimentamos los unos de los otros. Ellos de nuestra madurez y experiencia y nosotros de su formación y su ilusión. Y cuando esto pasa, y hay buen rollo entre ambas generaciones y todos vamos de la mano, nos podemos comer el mundo. Y de ahí a las quedadas para copas y pachangas no hay ni un paso.


IMPORTANTE: Todo esto sin necesidad de lucir “galones” que valgan. Todos al mismo nivel. Porque la edad suma errores y…suma aciertos. Porque la edad suma para mal…y suma para bien.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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