Querer pertenecer al selecto club de los que parten el bacalao ha crecido hasta alcanzar niveles casi pandémicos.
No es raro encontrarse snobs tirándose el pisto con la idea de deslumbrarte -vaya usted a saber con qué intenciones- lanzando nombres de políticos, artistas o de la curia. O de todos a la vez. A mí me divierte mucho escuchar a estos personajes sobre todo cuando sé de dónde vienen, a qué se dedican y forman parte de mi círculo. No doy más pistas. Pero, a veces, es difícil no quedarse pasmada.
El ejercicio de la autopromoción es casi tan viejo como el arca de Noé. Para bien o para mal, el reconocimiento público es la vara de medir de muchos que quieren ser miembros de un grupo exclusivo. Es muy importante venderse y estar bien relacionado y para eso hay que tener amigos hasta en el infierno. Pero hay que currárselo bien y no a cualquier precio. Y, en ocasiones, ese esfuerzo por impresionar no siempre sale bien y te deja vergonzosamente expuesto. Los hay que no les gusta utilizar los cauces habituales y usan (y abusan) de importantes “amigos” con el fin de dejar ver que tienen una agenda repleta e hilo directo con las alturas. Ansiosos por conseguir el preciado trofeo, esos desvergonzados van por ahí soltando nombres a diestro y siniestro convencidos de eso les hace ser súper guays…pero NO. Nada más patético. Y vulgar. A menudo hasta resulta molesto y da vergüenza ajena. Palabrita.
A estos estafadores de medio pelo poco les importa si la historia es cierta o no. Son sólo una panda de pomposos fabuladores que hacen trampa y juegan peligrosamente aprovechando el nombre de otro para brillar. Fantasmas con delirios de grandeza que, incapaces de narrar su propia historia, tiran de nombres VIP para aparentar buenas influencias. Y digo peligrosamente porque si no calculan bien los riesgos pueden pasarse de la raya y en lugar de abrir puertas puede que se las cierren en las narices. AVISANDO.
Aunque ese tráfico de influencias al por mayor algunos se lo trabajaban mucho, estos charlatanes -a pesar de tener una nariz privilegiada a la hora de pegarse el moco- llegan a perder el oremus. Su trastorno narcisista les hace creerse los mejores del corral. Pero no. Intentar beneficiarse del status de otro lo único que destaca son las propias carencias, revela que no te sientes bien siendo quién eres y que tu realidad es bien distinta, normalmente bastante aburrida. ¡Pobres! Y es que martillear al personal recitando una lista interminable de nombres y apellidos VIP con insultante falsa modestia, es una desesperada maniobra de distracción que lo único que hace es dejar ver las inseguridades. Tretas irritantes y poco ortodoxas de las que siempre tiran los que carecen de talento y méritos propios, los que no tienen nada mejor que ofrecer y sí mucha necesidad de admiración. Una forma de ser pretencioso que va in crescendo. ¡Que feo está eso!
En fin. Alguien debería decirles que es una mala idea. Una idea de mal gusto. Y que no les da carta blanca. Es difícil encontrar compasión por alguien así. Basta con que lo hagan para que suenen las alarmas y nos cambie la cara a más de uno. Porque eso de mencionar a los ilustres por su nombre de pila como si fuera tu íntimo es muy paleto. Es repelente. Y aburre.
No lo hagáis criaturas.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.