No una. Muchas. Muchísimas son las veces que me pongo a cantar en el coche como si de concurso de karaokes se tratara. ¡Dándolo todo! Lo confieso: Lo mío no es cantar en la ducha. A mí me va el desmelene en el coche. La verdad es que esos casi cien kilómetros que hago diariamente, de lunes a viernes, dan mucho juego. Por las mañanas, tempranito, voy de formal y rara vez pongo música. Me inclino más por saber qué pasa en el mundo. Y eso que desde que se fue “El Herrera” @carlosherreracr, me dedico a dar tumbos dial en mano buscando alguien que me enganche como lo hacía él.
Pero… ¡Ay amigos! Cuando echo el cierre en el trabajo y me despido hasta el día siguiente, la música es mi fiel compañera de viaje. Y lo mismo me pongo como una loca con “Por la boca vive el pez” de mi querido y admirado Fito @FitoCabrales, que me caen unos pedazo de lagrimones cantando eso de “Solo queda mi lameeeeeeeeeeeeentooooo…” de Dani Martin @_danielmartin_ . Ainssss!!!!
Todo eso yo solita. Yo sola soy capaz de pasar de la alegría a la tristeza y rozar la locura con la ayuda de unos acordes, algún instrumento y la fuerza de quien hace que cada una de esas canciones me maneje, como una marioneta, a su antojo. Capaz de hechizarme. Capaz de atravesarme la piel y…arrancarme el corazón. Así hace la música conmigo. La magia de la música.
La magia de la música. Ese arte que amansa a las fieras, calma el dolor y cura el alma. O que te hace saltar por los aires, creyéndote inmortal mientras suena. Y mientras dura esa inmortalidad no hay problemas sin solución. Ni preocupaciones que valga. Ni lamentos. Sólo mis chillidos intentando seguir la letra.
El poder de la música. Esa manipuladora que me enamora hasta las trancas al combinar como nadie la voz y el silencio. Que me hace bailar como una peonza por culpa de un violín. Que mueve mis pies al ritmo del teclado. Que consigue hacerme llorar sin saber muy bien por qué. Que llega donde las palabras no consiguen llegar.
Auténtica bestia cuya garra controla mis sentidos. Que me hace vulnerable. Y me hace vibrar de una forma extraña provocando un placer como pocos. Que acelera mi ritmo cardiaco y… ¡subidón del bueno!
Arma poderosa en manos de un compositor caprichoso que, un día cualquiera, la hizo inmortal. Y decidió que me acompañaría hasta el último de mis días.
Bálsamo que quizá no cambie el mundo pero cambia el mío. Y me hace sentir…bien.
Y no lo digo yo. Lo dicen los científicos que hacen estudios sobre esto y sueltan eso de “científicamente probado”. Y me lo creo.
Coco
Fuente de la fotografía: Pinterest.