…y tiró la toalla.

Hace unos días leí una noticia especialmente triste. Un maestro, cansado de soportar faltas de respeto, tiraba la toalla. ¡Está hasta las narices! Denuncia el desprecio al que se ve sometido a la vez que aumenta la adicción a los móviles. Se queja amargamente de que las agresiones a docentes y los casos graves de indisciplina están al orden del día. Y todos hemos visto como los medios de comunicación nos han mostrado en demasiadas ocasiones que en algunos centros educativos las aulas se convierten en verdaderos campos de batalla.

Mi madre, que en los años 60 fue maestra en varios pueblos de Castilla-La Mancha, siempre defendió que la educación es la profesión más bonita que existe. Que no había satisfacción más grande en la vida que ayudar a los más jóvenes a aprender, a experimentar, a saber defenderse cuando salieran “al mundo”, a tener la mente abierta, a ser curiosos… y cuando no lo conseguía, le invadía una profunda tristeza porque -al fin y al cabo- era el futuro de esos chavales lo que estaba en marcha. Y es que las condiciones en las que trabajaban, y muchos siguen trabajando principalmente en zonas desfavorecidas, son muchas veces desoladoras. Cada oficio tiene sus gajes y cada docente vive día a día en las aulas la ilusión de su vida, la ilusión de ser maestro, pero tal como está hoy el patio a veces es una auténtica pesadilla. Los alumnos llevan el móvil operativo, suena en clase y no pasa nada. Los alumnos se ríen de un compañero mientras está trabajando y no pasa nada. Los alumnos rompen cosas del aula y no pasa nada. ¡Pues no! ¡Rotundamente NO! ¿Dónde ha quedado el factor humano que siempre estuvo por encima de los números?

El maestro que ha tirado la toalla dice que tampoco es que se vea muy arropado por los que cortan el bacalao en materia de educación. Dice que no aguanta más oír cosas tales como que poner una nota baja a un alumno -porque no se merece más- es hacerle un daño irreparable para su futuro. Tampoco aguanta más que le digan que la tercera evaluación es sólo para subir la nota de las dos anteriores, nunca para que bajen. Denuncia amargamente que ahora se prioriza la información sobre el conocimiento. TODA LA RAZÓN.

Yo no soy maestra -hay que estar hecho de una pasta especial, es pura vocación y no todo el mundo vale- pero soy madre de tres hijos que han pasado por diferentes niveles de enseñanza y por diferentes perfiles de docentes. Y sinceramente, vivido lo vivido con cada uno de ellos, creo que poner un suspenso no es perjudicar al alumno. Es decirle que no está suficientemente preparado y necesita trabajar de nuevo y recuperar. No hay más. Perjudicar al chaval es ponerle una buena nota sin merecerla, porque al hacer eso sin haber trabajado o sin haber aprendido nada, flaco favor se le está haciendo. Y no sólo a él. También al resto de compañeros que, con ese gesto, ven cómo funciona la ley del mínimo esfuerzo. Aprobar así es una trampa…y un engaño. Y desde YA digo que aprobar al que no sabe, o suspender al que sabe, es el peor de los errores que un buen maestro puede cometer.

Cómo no, el maestro que ha tirado la toalla dedica una mención especial a los padres. Educar es una odisea. No es tarea fácil ni una regla exacta. Cada hijo es un mundo. O no. Hay hijos que son varios mundos según su infancia, su adolescencia o lo que sea. Y todo empieza, pasa y permanece con la educación que, sí o sí, va de la mano del respeto. Es misión de todos educar y respetar… ¡y esto también lo sabemos todos, pero no todos lo practicamos! Porque si algún docente lee este post, alzará la mano a la pregunta de si algún progenitor le ha levantado la voz o le ha faltado el respeto en una tutoría, por ejemplo. O le han retirado el saludo. O le han puesto pingando porque les ha llamado la atención por alguna trastada del niño.

Es muy triste todo.


Ayudemos al maestro que ha tirado la toalla. Dejemos trabajar a los maestros, pero de verdad. Si entre todos dejamos que hagan su trabajo, nuestros niños saldrán del colegio mejor de lo que entraron. Ellos nos inspiran, contagian ilusión, transmiten conocimiento y sabiduría…marcan nuestra vida.


P.D.: Haz memoria. Seguro que recuerdas perfectamente al profe que te marcó. Aquel que une el niño que eras…con el adulto que eres hoy.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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