¡UN LIGÓN EN LA OFICINA!

¡Lo que le faltaba a E.! ¡Chico nuevo en la oficina y, para colmo, guapo!

Como E. no es nueva para vosotros, podéis imaginar lo poco que tardó en citarme para relatar con todo lujo de detalles su “nueva situación laboral”.

Después de unas pequeñas vacaciones su gran sorpresa fue ver como un ejemplar “descomunal” (cito textualmente) le dedicaba unos buenos días de esos que te hacen pensar que la vida es absolutamente maravillosa.

El personaje en cuestión es un joven becario, sabedor (según E.) de su potencial y que -claro está, porque aparte de tremendo es muy listo- hace uso de sus cualidades cada vez que tiene oportunidad.

Conforme a la descripción facilitada por E., estamos ante galán de eterna sonrisa, torso cincelado, seguro de sí mismo y, para colmo, amable hasta decir basta. Todo este cóctel hace que el figura tontee con todo el personal femenino que allí ejerce y, en especial, con botines tan fáciles como es el caso de mi querida amiga.

Poco tardé en hacer mi valoración de todo ese reguero de halagos y demás babosidades que emanaban de su boca. A la pregunta de “¿A que es increíble?”, rápidamente le espeté que efectivamente me parecía increíble que a estas alturas de SU VIDA, y con tantos hombres a SUS ESPALDAS, estuviera en ese estado de excitación por un ligón más.

Vaya por delante que los ligones son una especie que no me acaba de convencer. Y no ya porque les ENCANTEEEEEEEEEEE desplegar las dotes amatorias y demostrar sus “habilidades” en el campo del flirteo (están en todo su derecho, que conste). No. Es más bien porque, por regla general, se creen que las presas que tienen ante ellos son rematadamente tontas. Para ellos todo está permitido, incluso llegar al ridículo más espantoso, con tal de alcanzar su objetivo: conseguir el preciado trofeo y rematar la faena bajo las sábanas, o donde toque ¡qué más da! Y, para más inri, algunos lo practican de una forma tan natural que, con todos mis respetos (o sin ellos) ofenden. Y mucho.

Aun así, como en casi todo, siempre ha habido clases. Y aunque este post no pretende ser un estudio de los tipos de ligones y ligonas (sí, nosotras también) que hay en el mercado, dejaré caer que los hay de mayor o menor intensidad. Desde los insoportables perdonavidas, pasando por el perfecto caballero hasta llegar al ligón barato, hay tal variedad que necesitaría varios post para exponer mis conclusiones. Y, francamente, estoy perezosa y no me apetece dedicarle más tiempo a esta especie.

Con todo lo dicho, y ante el nuevo descubrimiento de E., me limité a sugerirle que para nada evitara la presencia del “adorable compañero”. Muy al contrario: que disfrutara de la situación, analizara el modus operandi del ligón que tenía en la oficina e hiciera su propia clasificación de ligones en activo.

¡Diviértete y nada de salir corriendo!

Y toma nota:

¡El que no se motiva es porque no quiere!

 

Coco

Fuente de la fotografía: Pinterest

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