Un día…cualquiera.

Seis y media. Despertador. Breakfast y primer contacto con las redes sociales: “¡Buenos días gente!” Chapa y pintura. Con la tropa directos al cole y… ¡en ruta! Benidorm me espera.

El Herrera @carlosherreracr, como cada mañana de lunes a viernes, se preocupa de darme su visión de la actualidad y yo…encantada. Los cuarenta minutos que dura el trayecto no son lo mismo sin él.

Ordenador. Teclado. Papeles. Reuniones. Así, de lunes a viernes, durante siete horas interrumpidas por una pausa café arreglando el mundo con quien toque. O sola.

Ensalada o Fruta. No hay tiempo para más. Y, si es martes o jueves, contrarreloj y lengua fuera para llegar a…pilates.

Atasco descomunal en la puerta del colegio. Besos, abrazos y merienda. Inglés, baloncesto, voley, fútbol o… ¡lo que sea!

Supermercado, tintorería, zapatero, tareas, tareas, tareas…Ayyyy pero si es miércoles, tengo premio seguro. ¡Clases de pintura!

Deberes. Baños. Cenas. Uniformes. Toque de corneta: “Querida tropa: hora de ir a la cama”. A partir de este momento, organización del día siguiente.

Arrástrate a tus aposentos. Cremas, mascarillas o potingues por todo el cuerpo y, nunca antes de la medianoche, llega…EL MOMENTO.

Ese momento en el que tu cabeza, de repente, echa la vista atrás (antes imposible) y recuerda cómo era un día cualquiera de las mujeres de antes entre hijos, bordados, costura, fogones…a cámara lenta. Y, según el día, te gustaría ser como ellas. O no.

Porque, desde que nací, siempre me han inculcado que lo más importante es sentir pasión por lo que haces y yo siento pasión por todas y cada una de esas cosas. Y no quiero renunciar a ninguna.

Porque me gusta madrugar (¡sin abusar, claro!), ir al super, ver a mis amigos los zapateros o a Charo, la de la tintorería, y por supuesto, más que nada en este mundo, MI TROPA. Es el mejor antídoto que existe. Por lo menos para mí.

Pero también siento pasión por aprender cada día algo nuevo y eso me lo da mi trabajo, las redes sociales, el “Herrera en la Onda”, mis relaciones personales y sociales o las clases de pilates o pintura… ¡no quiero renunciar a nada!

Pero… ¡nos lo ponen tan difícil!

Imposible dormir. Agotada y, a la vez, pasada de rosca. Es más de medianoche. Te preguntas acerca de la clase de vida que estás viviendo y una serie de pensamientos perversos invaden mi cabeza intentando dinamitar todo eso que no me hace feliz: horarios encorsetados diseñados por lobos solitarios que no tienen vida aparte de su vida, esa injusticia – digamos- sutil (o no) que sufres al compararte con “otras”, la desigualdad frente a los hombres en las mismas condiciones…

STOP. Aquí solo puedo decir que soy una afortunada. Mi chico aprueba y con nota. Somos iguales en la medida en que podemos ser iguales siendo de distinto sexo. Algo va bien. Eso me tranquiliza. Y me da sueño.

A dormir. Mañana, a las seis y media, más.

 

Coco.

 

Fuente de la fotografía: Pinterest.

 

 

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