UN CULO INQUIETO

Acabo de volver de Lisboa.
Por mucho que os cuente nada como perderte allí unos días.
Y es que hay sitios del planeta Tierra que se quedan en tu retina para siempre. Sitios donde el reloj se para. Sitios que son magia. Y sitios que jamás podrás explicar con palabras. Así es Lisboa. Así es Sintra. Sintra no es Patrimonio de la Humanidad por causalidad. ¡Se lo ha ganado a pulso!
Resultado: Tengo una enfermedad llamada “síndrome postvacacional”.
Seguro que más de uno la habéis sufrido. ¿Los síntomas? Días en los que no estás de humor, de esos que pasan m-u-u-u-u-u-y   len-ta-men-te y sólo quieres gritar, el culo inquieto sin saber dónde posarlo…En fin, días de esos que te volverías a marchar sin pensarlo dos veces.
La aventura terminó y la rutina vuelve a funcionar tal y como la tenía programada. Ninguna pieza del puzle queda fuera de su sitio excepto YO. Me pasa cada vez que vuelvo de un viaje. Da igual cómo sea, dónde sea y con quién sea. Siempre hay un antes y un después. Por un tiempo cambias.  No eres tú. Es que, a medida que viajas, la forma de ver el mundo también cambia.
Leído así parece una derrota, pero he vuelto a casa feliz.
Viajar me lo da absolutamente todo. Aprendes, pruebas, sientes, conoces… ¡vives!
En el viaje todo es cara o cruz. Viajar es tomar decisiones constantemente. Cuando viajas, la curiosidad manda. Viajando tú eres quién decide qué quiere descubrir, qué quiere explorar, a la derecha o a la izquierda, metro o autobús…. Las ciudades pueden llegar a parecerse pero ¡que no te engañen! ¡no hay un sitio igual que otro! Todas ellas guardan secretos que se escapan a quienes las visitan. Cada lugar tiene su historia. Y cada camino te lleva a alguna parte.
La necesidad de viajar y el culo inquieto lo llevo en la sangre. Mis padres, allá por los 60, ya hacían sus pinitos viajeros: varios Caminos de Santiago, La Costa da Morte, continuas visitas a Las Landas en busca del mejor foie, Mont Saint Michel y sus vacas «con botas y gabardina», la Ruta de Isabel la Católica, conducir al revés en Londres, la Bretaña y  Normandía de arriba a abajo, cruzar el canal de la Mancha en pleno temporal, la Ruta de la Plata, la de los Castillos del Loira, Niza, Cannes, Estoril, Oporto, también Lisboa y Sintra… y así podría seguir enumerando lugares sabiendo que me dejo un montón de destinos en el tintero. Lo sé. Nada del otro mundo visto esto en pleno siglo XXI. Sus escapadas carecerán de mérito para los trotamundos de ahora pero en aquélla época, a lomos de un Seat 1.500 ¡era una verdadera aventura!
Mientras os escribo, y para sanar de esta “enfermedad postvacacional” que me está matando, ya estoy maquinando un buen plan que dé vida a «los días grises» que quedan por venir. Rumiando la mejor forma de plantarle cara a un invierno que empieza a asomar la patita: disfrutar del placer de recordar, revivir destinos, sean grandes o pequeños… ¡qué más da! Buscaré la aventura en mi día a día. En mi ciudad. Junto a los míos. Imaginando que, semana tras semana, viviré una nueva experiencia. Arriesgando. Siendo feliz y dejando de hacer cosas que no me motivan. Lo dicho… Un culo inquieto.
¿Queréis saber cuál es mi próxima estación?
 Donde la imaginación me lleve.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.
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