STOP

Hubo una época de mi vida en la que buscaba el significado más “oscuro” de las reacciones de la gente. El porqué de un grito, de un silencio o de una sonrisa. Pero, como nada es eterno, llega el día en que ya no es lo mismo. Pasados los años, entre resignación, realidad y melancolía, aprendes que el personal no siempre anda por su derecha. Y que a veces la torcida soy yo.

No recuerdo cuando dije STOP. En qué momento dejé de buscar explicaciones y significado a unos simples gestos de esos que me permitiesen entender de qué va la gente que me rodea. Esos que tanto me afectaban y que, a base de darle vueltas y más vueltas al asunto, me hicieron llegar a la conclusión de que al mundo hay que aceptarle tal y como es. Y así, de una manera tan tonta, el tema empezó a darme igual. ¡¿Qué más me da lo que piensen los demás?! ¡Lo van a pensar de todas maneras me ponga como me ponga!

Dicen, los que saben de esto, que conformarse es cosa de cobardes. Y también dicen que gana el que lucha con uñas y dientes hasta el final. Sin tirar la toalla. Y sin rendirse. Pues bien. Desde que les he hecho caso a esos “expertos” paso de los gritos, escucho los silencios con toda la atención de la que soy capaz y me fijo mucho más en los “paisajes nuevos” que se cruzan por mi camino. Me comentan que lo inesperado es lo que te cambia la vida. Y yo…me lo creo.

Ahora prefiero ir contracorriente. Estoy en ese momento de mi vida en el que creo firmemente que buscar la aprobación del resto de la humanidad debería estar prohibido. Porque por donde mires siempre encontrarás a alguien que hace de la censura su forma de vida y que te señala con el dedo a la primera de cambio.

Sé muy bien lo que me digo. Con el tiempo lo que una espera es haber superado todos los filtros y pruebas habidos y por haber… ¡pues resulta que no! Resulta que, a estas alturas, todavía existen ejemplares que te abuchean sin pestañear como se te ocurra salirte de la raya que ellos mismos marcan. Sus reglas deben ser respetadas pero las tuyas no.

Para decepción de algun@s, y después de semejante “comida de bola” durante tantos años, por fin he caído en la cuenta de que sólo vale la pena todo aquello que creas que vale la pena y que cuanto más sepas de ti y lo que quieres, menos te afectarán las cosas.

¡Ay la condición humana! La condición humana es como es. Y las reglas están…para romperlas. Urge tomar distancia y elegir qué y con quién. Nada de baratijas.

Y así sigo.

Dando la bienvenida.

 

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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