«…sin billete de vuelta»

Que me estoy haciendo mayor no es nada nuevo y últimamente me pasa bastante. Y me pasa bastante porque me doy más cuenta cuando los jóvenes empiezan a hacer cosas de adultos. Como volar del nido, por ejemplo. Y cuando vuelan sin billete de vuelta, ahí ya pa qué. Es “el premio” de tener sobrinos más cerca de los 30 que de los 20.
En esos momentos, cuando empieza desfilar uno tras otro para echar raíces en cualquier parte del mundo, siento un dolorcillo en la boca del estómago y el corazón se me encoje con una mezcla de alegría y envidia (sí, lo confieso, mucha envidia) a partes iguales, al ver que las cosas de la vida van como deben ir. Y si no fuera así, si no se fueran de casa de mamá y papá para vivir su propia vida, algo no estaría funcionando como debiera.
Pero…¡Ay! Con su partida, cada uno de ellos a su manera, deja un hueco lleno de silencio y soledad bañado también a partes iguales de felicidad y esperanza porque sabes que van a cumplir sus sueños. Ellos marchan con ganas, muchas ganas y sin miedo, sabiendo que siempre habrá una cama vacía y un plato de caliente esperando que vuelvan.
No sé cuántos meses tardaré en volver a verles y eso hace que no me sienta tan joven como quisiera. A la vez también me siento un pelín asustada porque caes en la cuenta que hace nada esas criaturas que ahora vuelan estaban en tus brazos envueltos el pañales. Y es ahí cuando me da pena pensar que crecer es olvidar, aunque no sea del todo cierto. Más bien diría que me siento un poco como esos mayores nostálgicos que pasan horas en el banco del parque porque es el único lugar donde no se tambalea el mundo bajo tus pies. Sentados con esa cara de nostalgia que me hace recordar lo que ya pasó. Todo lo que ya se me pasó y lo poco que me queda para ver desfilar a mis retoños como hoy hacen sus primos mayores.
Tampoco sé cómo lo estarán viviendo ellos, pero imagino que el chute de ilusión deber ser nivel 10. Se merecen un montón de cosas buenas y no las sobras que han dejado otros. No sé cuántas oportunidades tenemos para reinventarnos pero la vida es algo que se construye a lo largo de los años, ladrillo a ladrillo, y ellos están empezando a poner los cimientos de su futura obra. (Os diré que cuando pienso así me siento mejor aunque pensar así sana pero no te sana del todo).

Y os diré, como punto final, que lo que más me apetece de todo esto es no pensar en las cosas en las que pienso cuando les veo hacer las maletas, a pesar todo lo bonito que veo en sus caras. Porque bonito es todo. Y su vuelo…también. Pero de momento eso de no pensar va a tener que esperar. Y me quedaría una eternidad esperando si supiera con certeza que todos ellos tienen…billete de vuelta.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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