Hoy, día de maletas. Y mañana…volver a viajar.
Viajar. Asignatura obligatoria en la escuela de la vida. Porque cuando viajas descubres que eres una persona completamente distinta. Conocerte y saber más de ti. Reconocerte y ver cosas tuyas que no sabías que existían. Nuevos sabores. Nuevos colores. Nuevos olores. Miles de detalles que te harán sentir diferente. Y que te gusta descubrir.
Viajar para enamorar y…enamorarte. Perderte en otras vidas. Fuente infinita de recuerdos e historias que contarás una y otra vez. Mirar con otros ojos y convertir lo corriente en especial. La suma perfecta de pequeños momentos que quedarán para siempre inmortalizados en la retina.
Viajar para escapar. Porque desde esa rutina que tanto nos gusta creemos que todo está bien hasta que salimos de nuestro…metro cuadrado. Viajar como desafío a las neuronas que se dedicarán, mientras viajamos, a conectar con neuronas nuevas y dejar de conectar con otras. Incluso nacerán más. Callejear por otras ciudades, vagabundear sin mapa, chapurrear otros idiomas o simplemente sentarte y ver a la gente pasar serán los únicos culpables de que se vuelvan locas.
Viajar como forma de amar la vida. De valorar más lo que tienes e intentar ser feliz de otra manera…cuando vuelvas a casa. Disfrutando de cada paisaje. De cada matiz. De cada detalle. Y ver cómo cada uno de ellos se convierte en una pieza más de tu memoria.
Viajar para arriesgar y explorar. Viajar para arriesgar y darte cuenta que las barreras no tienen sentido. Dándole rienda suelta a la curiosidad sin perder un sólo instante. Buscando el sol comprobarás que en cada lugar luce de una manera especial. O no luce. Maravillas inútiles que te hacen sentir…y vivir.
Porque viajar es vivir el ahora más que nunca. Vivir pequeñas vidas dentro de tu vida. Páginas en blanco por rellenar. Y cuando no pueda ser, volver a recordar disfrutando lo viajado y pensando en la próxima estación.
Esa es…la magia de viajar.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.
