«Por el interés te quieren, Andrés»

Querido Andrés: Lamento decirte que…” ¡Por el interés te quieren!”


Por el interés te quieren, Andrés, estos caraduras que se pasan el día idolatrándote y venerando, diciéndote lo bien que lo haces todo y lo cuquis que salen tus publicaciones en RRSS, que lo vas a petar, que vas a ser casi Dios, que… ¡yo qué sé qué! Y cuando caigas en desgracia, esos lameculos frenarán en seco y cambiarán el rumbo en busca de otra presa más apetecible. ¡Que lo sepas!

Algunos nacen así. Otros consiguen el título a base de un duro trabajo personal. Y no todos pretenden conseguir las mismas cosas ni todos usan las mismas formas, pero sí gozan de una rapidez mental extraordinaria, le comen la oreja al pez gordo como nadie y saben poner la sonrisa perfecta mientras el capo suelta sus gracietas. Los hay que no polemizan ni discrepan, jamás discuten. Sólo sacan a relucir sus pedantes dosis de cortejo, haciendo tonterías de todo tipo si se tercia, para que «Andrés» acabe comiendo de su mano. Una tropa de zalameros que se arrodillan ante cualquier fulano con influencia mendigando poder. Otros, sin embargo, son excesivos en las formas, histriónicos, sin límites, un ridículo séquito de aduladores que se pasan el día jaleando al jefe y aplaudiendo sus fanfarronadas. Opinando siempre bien sobre el trabajo de «Andrés», al que nadie le llevará la contraria hasta un minuto antes de su caída. Son verdaderas sanguijuelas cuyas tretas buscan chupar hasta la última gota de sangre y, de paso, vaciar los bolsillos de la presa. ¡Podrían engañar hasta a su padre!
También existen los aduladores profesionales. Algunos verdaderamente talentosos. Y, por supuesto, no faltan los alcahuetes, unos tontos útiles besando los pies al profeta de turno y mostrando todas sus carencias sin ningún tipo de pudor. Todo va en función del nivel que tenga «Andrés». Según sea de importante el patrón, serán tiralevitas, lameculos o bufones. Personajes patéticos, al fin y al cabo, que luchan por su propia supervivencia y -precisamente por eso- son capaces de lo que haga falta y más para entretener al jefe con tal de seguir cerca.
Ver a un pelota en acción es un espectáculo que nadie debe perderse. Son un constante piropo con patas. Alegre palmero de agudo ingenio que celebra todo lo que «Andrés» inventa. Su habilidad para la lisonja es un arma para manipular, porque están convencidos de que su misión, enjabonar la espalda al bobo que se preste (sí, son muy bobos todos los que caen en sus redes), es absolutamente necesaria, aunque sepan del error y aun así se callen como putas. Pero mucho ojo: siendo todos ellos ejemplos de mediocridad, conviene no menospreciarles…ni perderles de vista.
Y sí. Siempre habrá algún bobo que les alimente. El bobo es un blanco fácil y confunde día sí y día también el servilismo con la lealtad. Caen con facilidad en sus redes porque son tan tan tan bobos que, ante cualquier lisonja, su ego se inflama hasta límites insospechados. Pobres. Deben estar muy necesitados.

Por el interés te quieren, Andrés. Desconfía de aquellos que siempre están a tu favor, aunque estés diciendo auténticas barbaridades. Son puros supervivientes que, sin pudor alguno, se adaptan a lo que toque mientras mantengas la vara de mando. Unas máquinas de mentir que, riéndose en tu cara, dirán amen a todo lo que por tu boca salga. De vez en cuando hay agradables sorpresas, pero conociendo a la raza humana no te puedo prometer mucho. Así que ten cuidado ahí fuera porque en el pecado va…la penitencia.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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