PERSONAJE DEL AÑO

¡Qué mal le sienta a algun@s tocar poder!

Porque ni tan guapos, ni tan listos, ni tan comprometidos. Pero sí muy hipócritas y calculadores que sacan partido de la ingenuidad de otros, usan la miseria de la gente para hacer demagogia barata y hacen lo que sea con tal de no dejar pasar la oportunidad para medrar. Practican el culto al YO como nadie, viven de las apariencias, se creen el alma de la fiesta y les quita el sueño conseguir cosas tan estúpidas como ser declarados “PERSONAJE DEL AÑO”.
Estos trepas, a través de esa pose artificial de fingida amistad tan suya, nunca dan desinteresadamente pero sí son unos profesionales en sacar tajada. Saben colocarse estratégicamente junto a la gente influyente de verdad y así beneficiarse al estar cerca de ellos. Saben que las personas con más poder son la llave para conseguir lo que buscan y aprovechan la más mínima ocasión, por ridícula que sea, para estar cerca de ellos y recoger las migajas o esperar que fallen y así ocupar su lugar. Siempre están al acecho, buscan y olfatean al más débil de la cadena y aguardan pacientes su caída en desgracia, porque saben que en cualquier momento pueden debilitarse y perder poder. Y cuando esto pasa… ¡zas! ¡Ahí están ellos para ocupar tan ansiado puesto!
Confieso que me produce un empacho insoportable la manía que tiene toda esta gente de creerse poderosa haciendo sentir inferior al resto de mortales que no son objetivo prioritario para ellos, simplemente porque no son influyentes y ricos o porque les considera inferiores mental y socialmente. Eso sí. Debo reconocer el mérito que tienen al no asustarse ante nada y la habilidad de saber perfectamente dónde fijar los puntos de anclaje, pero lo que peor llevo de estos depredadores es su empeño en pasar por encima de los demás a cualquier precio y sin importar a quién se llevan por delante. Definitivamente, y visto lo visto, el cociente intelectual no está ligado a la buena educación. Se han perdido las formas y todo por un objetivo: trepar como estrategia para triunfar. R E P U G N A N T E.

El deseo de reconocimiento es innato al ser humano y triunfar, sin duda, es una fuente de satisfacción. Nos han vendido a lo largo de los años eso de que las oportunidades hay que aprovecharlas y, lógicamente, a todos nos gusta gustar ser especiales. No es nada malo. Dicen que cuando esto pasa, el cerebro libera un neurotransmisor ligado al placer que genera, que mejora los niveles de autoestima y que tiene muchos beneficios, algunos a largo plazo. Pero hacerlo sin tener en cuenta las consecuencias y caiga quien caiga es ser mala persona.

A lo mejor todo esto no es culpa nuestra y pasa por la epidemia de postureo que estamos viviendo. Ni idea. Pero lo que sí hay que tener claro es que ser influyente no es lo mismo que ser popular. Los influyentes no actúan así. Solo hablan cuando piensan que tienen algo diferente que decir. Esperan, piensan y eligen la respuesta correcta que tienen que dar. No reaccionan a la defensiva cada vez que otra persona tiene un punto de vista diferente al suyo o simplemente no les da la razón. Tampoco les hace falta soltar tacos, gritar o elevar la voz para hacerse entender. Ni andarse descalificando a los demás para resultar ocurrentes. No buscan la controversia ni se regodean en su superioridad. No juzgan. Nada que ver. Son humildes para reconocer que no lo saben todo y que siempre hay alguien que pudo haber visto algo que ellos pasaron por alto. Y si el otro está en lo correcto, lo aceptan sin más. Saben que siempre habrá alguien mejor. Que nadie es perfecto.


Así las cosas, sé honesto. Sé auténtico. Muéstrate educado incluso con los más íntimos, con esos que consideras tus amigos. Y antes de responder, ponte en su lugar y trata de entender. Dale una oportunidad para que te cuente.Y después, tú mismo.

Al final la moraleja, como todo en la vida, está en nuestras manos. Ser y hacer…o no.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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