Pensemos.

Tengo una amiga que a lo largo de todo el confinamiento, cuando amanece y al anochecer, está haciendo un álbum de fotos desde su ventana. Vive prácticamente encima del mar y dentro de una gran ciudad, un privilegio que muy pocos tienen y ella (que es más lista que el hambre) hace uso de él. Os diré que cada foto es un espectáculo. Cada una de ellas destila “aire limpio”. Cada vez que me manda una de sus fotos me viene a la cabeza la imagen de Venecia que ha vuelto a mostrar el color más cristalino del agua que la rodea, con los canales plagados de cisnes y peces.
Yo también tengo mucha suerte. Vivo en pleno centro urbano y oigo a los pájaros cada día desde cualquier rincón de casa. Y no. No se trata de una mayor presencia de aves, sino de que en el silencio se les puede escuchar cantar. Hasta hace unos meses, cuando empezó todo esto, mi desconexión con el medio ambiente era abismal y me daba igual. Ahora abro más los ojos, los oídos y…las ventanas. Y es que, durante estos cincuenta y tantos días de cuarentena, aunque nuestra vida parezca que se haya parado, la de la otra fauna no.
El confinamiento ha hecho que ahí fuera se vivan auténticas fiestas de una fauna nada urbanita mientras nosotros seguimos encerrados. ¡Se han intercambiado los papeles! Ardillas correteando por el centro de la ciudad, jabalíes reconquistando calles y manadas de delfines muy cerca de la costa disfrutan de la calma que les inspira no tener a ninguno humano cerca. Mientras, nosotros les observamos presos en nuestras jaulas.
Con el parón del planeta, sin influencia humana, la naturaleza se abre paso y tiene vía libre para recuperar lo que es suyo. Según los biólogos que saben de esto, no tiene por qué sorprendernos. Hagamos memoria. Hemos sido nosotros los que les invadimos el territorio y ahora es su turno reconquistando, poco a poco, su lugar. Podría decirse que la Madre Naturaleza nos está devolviendo el golpe.
Esta rebelión animal en tiempos de pandemia nos obliga a repensar nuestra relación con la otra fauna. ¡Es la ocasión perfecta! Y debería servir como advertencia para marcar un antes y un después. Porque el problema no es de ellos. El problema es nuestro y si no cuidamos la convivencia con la naturaleza, difícilmente podemos cuidarnos a nosotros mismos (comprobado). Al fin y al cabo, estamos todos juntos en esto y jugamos en la misma liga.

Dicen que la selva ha vuelto a respirar…

Prestemos atención a los avisos de la Madre Tierra. Ahora, más que nunca, lo que hay que hacer es descubrir y pillar el mensaje. Porque todo esto tan bucólico que estamos viviendo desaparecerá en el momento en que “volvamos a las andadas”. La naturaleza nos está mandando un recado y…habrá que responder. ¡Vamos, digo yo!

Pensemos.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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