Ojalá nunca tuviéramos que vivir de cerca una pérdida.
Ojalá nunca tuviéramos que enfrentarnos a la vida sin esa persona a la que queremos tanto.
Ojalá nunca una madre (ni un padre) sobreviviera a su hijo.
Ojala nunca ocurrieran los accidentes, ni las enfermedades y la única causa de muerte fuera haber vivido 100 años.
Ojalá nunca tuviéramos que vivir un duelo, pero eso significaría que no sentimos y que no somos humanos.
Sufrimos las pérdidas porque amamos, sufrimos porque nunca las esperamos.
Sufrimos por lo que hemos dejado de vivir juntos y por continuar nuestra vida sin ellos a nuestro lado.
Sufrimos pensando en qué hay más allá y en por qué se fue, si a nuestro juicio su momento no había llegado.
A mi me consuela pensar, que esas personas que se van es porque han «cubierto objetivos» o han «cumplido su misión.» Esas personas que se van, aunque siempre pensemos que ha sido demasiado pronto, han tenido una vida en la que han ejercido una influencia sobre su entorno. Han vivido plenamente y nos han aportado vivencias y momentos que quedarán para siempre en nosotros.
Esas personas que se van, nos dejan con el corazón roto, y sabemos que mientras les sigamos recordando, no se habrán ido del todo.
Descansa en paz, Alberto, aquí te seguiremos pensando.
Reyes