…nunca fue una buena idea.

¿Has soñado alguna vez con ajustar las cuentas a alguien?
Ponte en situación: Te han hecho daño. Te sientes fatal. Humillada. Aparece la impotencia y el dolor. Y, frente a tanta maldad, sólo quieres vengarte.
Hasta aquí todo es “normal” porque la necesidad de devolver el golpe es tan humana como cualquier otro sentimiento. No es mala. Para nada pero, hasta hoy, no existe vacuna contra ella. No conoce límites y saca lo peor de uno.
Tomarte la revancha es uno de esos placeres que no se compran con dinero. Algunos creemos que tenemos derecho a vengarnos porque los errores se pagan. Antes o después, pero se pagan.

El problema aparece a la hora de elegir los instrumentos adecuados para llevarlo a cabo. Siempre habrá unos más crueles o más divertidos. Piensa que si alguno de tus amigos te he hecho una jugarreta, no habrá nada peor que un spoiler de su serie favorita o invitarle a comer con laxante incluido. Si hablamos de los jefes y el trabajo, hazte sindicalista. No hay nada que les moleste más que el sindicato. Puestos a vengarnos, nunca pagues con la misma moneda… ¡dale un billete más grande y que se quede con el cambio! En cualquier caso, usa siempre la imaginación y haz que la risa sea tu principal arma.
También hay otras formas de vengarse pero llevan más tiempo. Puedes vengarte sin sufrir sintiendo cómo tus tripas se retuercen. De hecho siempre se ha dicho que la venganza perfecta es la fría, esa que viene servida con calma. La ciencia insiste en que vengarte así mejora el humor. Dice que cuando pensamos cuanto sufrirá nuestra víctima disfrutamos como niños y hasta nos sale la risita de medio lado.
Pero no todo el mundo es capaz de aguantar. Cada uno tenemos nuestro propio ritual para conseguir olvidar y la espera, a muchos, nos impide pasar página. Acabas perdiendo horas, días y hasta años de tu vida.
Yo soy más de aquí te pillo, aquí te mato. La venganza no me sienta bien. Eso de planear un ajuste de cuentas no está hecho para mí y me hace perder el tiempo. ¡Es un desgaste total! Si me das a elegir prefiero hacer las cosas a la cara y en el momento. Y, si no es así, puede que hasta se me pase el cabreo y te quedes sin mi castigo. Pienso que no hay razón para ensuciarme las manos, por eso prefiero que el karma haga todo el trabajo. Al final (y esto sí es spoiler) todos los malos acaban llevándose su merecido.
La venganza siempre es una apuesta perdedora y, al fin y al cabo, no vengarse también puede ser otra forma de venganza.

Porque ¿de verdad somos felices cuando nos vengamos? Yo creo que NO. Rotundamente NO.
La venganza…nunca fue una buena idea.

 

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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