¡MALDITO JUEGO!

¡Sólo se me ocurre a mí caerme en plancha en la acera de unos grandes almacenes a las ocho de la tarde! Mis pobres rodillas todavía lo recuerdan con mucho dolor.

No sé cómo aterricé en el suelo a cuatro patas. Bueno, sí lo sé. Una baldosa partida en dos colaboró en mi acrobacia. En cuestión de segundos, toda yo estaba en una posición más que ridícula delante de un montón de gente que, a pesar de ser hora punta, ni se fijaron en mi caída. O no se quisieron fijar. Nadie se acercó a socorrerme o a preguntar cómo estaba. El por qué, ellos lo sabrán. Sólo se me ocurre pensar que tenían prisa por ver cómo el Madrid perdía sus opciones de ir a la final de la Copa de Europa. Pasados unos segundos eteeeeeeeeeeernos…me incorporé. Tengamos en cuenta que no estoy muy acostumbrada a caerme en plena calle y no sabía qué hacer en estos casos. Cuando me levanté, ocurrió el milagro. Un par de hombres, de los que solemos llamar “sin techo”, se acercaron amablemente para ver en qué me podían ayudar o si necesitaba algo. A pesar del dolor de mis rodillas y de la vergüenza ajena, algo me hizo volver a creer en la raza humana.

¡Nada es lo que parece!

En otras circunstancias jamás me habría fijado en estos dos hombres sucios, llenos de mugre y desaliñados, pero…DOS AUTÉNTICOS CABALLEROS. Sin embargo desde ese día, cada vez que paso por el mismo lugar, mis ojos van directos a ellos (y a la baldosa, que ahí sigue…rota). Y mis ojos ven cómo entre ellos comparten los restos que otros, esos que ni se fijaron en una persona que cayó al suelo, les dan.

Y viene a mi cabeza un refrán que mi madre repetía mucho. Algo así como «el hábito no hace al monje». Sólo cuando pasas cosas así caes en la cuenta de la verdad que esconde el refranero popular. ¡Ironías de la vida!

Que no siempre los malos tienen cara de malos, ni las corbatas te regalan un gesto elegante.

Y que un tipo duro es sensible y llora de vez en cuando.

¡No te creas todo lo que ves y menos lo que te cuentan!

Que los silencios saben hablar de amor. Y que las palabras brillantes a veces son palabras brillantes…pero VACÍAS.

Y que a veces ama más quien más calla y no quien lo grita a los cuatro vientos.

Que no basta con mirar. Ni es suficiente ver.

Y será tarde, o muy tarde, el día que descubras que nada es lo que parece y que todo es relativo.

Porque no hay mayor peligro que perder la curiosidad por culpa de absurdos muros que construyes para defender… ¿Qué? ¿Nuestra ignorancia?

Porque en esta era donde reina la todopoderosa IMAGEN, somos aquello que parecemos…y punto.

¡MALDITO JUEGO EL DE LAS APARIENCIAS!

 

Coco

Autora de la fotografía: Kourtney Roy

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