Nunca en la historia de la humanidad ha habido una competencia tan dura para ser el mejor y producir más cueste lo que cueste. Y en esa carrera por conseguirlo, las empresas se han lanzado frenéticamente a implantar modernidades de todo tipo: clases de yoga a la hora del almuerzo, meditación vía zoom, mesas de pin-pong para combatir el estrés o convertir la sala de juntas en el cuarto de la siesta.
Desconozco quien plantó la semilla de esta tendencia lúdico festivo laboral aunque algo me lleva a pensar que en esa guerra por ser lo más de lo más, el origen pudo estar en algún gerente de alguna empresa de algún país de sepa usted dónde empeñado en buscar la respuesta y que le llevó a pensar que el problema está en el trabajador y no en el sistema. Que si los empleados se sienten bien pueden concentrarse más y pueden estar más motivados para enfrentar larguísimas jornadas de trabajo. Y que si el jefe es amable con los empleados, ellos estarán felices, tratarán bien a los clientes, los clientes estarán encantados con el trato y gastarán más. Así todos ganamos. Porque parece (según esos gurús pensantes) que eso bueno para el cuerpo, para el alma, para tu bolsillo y… para el bolsillo de ellos.
Hasta aquí (casi) nada que objetar. Pero me da a mi que algunas de esas prácticas corporativas vestidas de buenrollismo no son otra cosa que una cortina de humo, una forma de distraer al personal para que no se den cuenta que “MÁS DINERO” es la respuesta. Que la idea es hacer algo importante hoy, mañana, pasado mañana…y así todo el rato y a todas horas. Pero no. No todo vale con la excusa de innovar. Porque, por muchas diversiones y distracciones que se inventen, nunca habrán suficientes gincanas ni carreras de sacos para eliminar el estrés y la presión en el trabajo. Y porque ponerte a meditar mientras tienes la mesa hasta arriba de papeles puede ser una broma de muy mal gusto. Por lo menos para mi. Hay cosas que el barril de cerveza junto a la fotocopiadora nunca podrá solucionar. Sólo ayuda a que los empleados se tomen un respiro pero siempre y cuando los objetivos se cumplan 24 horas antes del plazo fijado o los proyectos se presenten antes de anteayer. Y, sobre todo, no olvidemos lo más importante: al final -por mucho colegueo corporativo que se implante- cuando la cosa falle, la responsabilidad recaerá única y exclusivamente en ti.
Así que, ante este panorama, cuando pienso en empresas tipo Sillicon Valley pienso en jornadas maratonianas de trabajo 24/7 (sí, fines de semana incluidos). No puedo evitarlo. A pesar de tanta hamburguesa gratis y tanta “golosina envenenada”. Ojo que tampoco quiero decir que la forma de trabajar de hace 50 año fuera mejor pero…¿ y si en lugar de tanta siesta del borrego nos lanzamos en aplicar unas condiciones de trabajo más del siglo XXI?
De momento aviso desde ya que si a alguien se le ocurre buscarme una “distracción”, muchas gracias pero de mi paz interior…me encargo YO.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.