Cuando me piden que opine sobre algo me pongo -casi- a temblar. Si lo piensas un poco, en cualquier reunión siempre hay alguien que apela a la opinión personal de otro. Todos hemos estado ahí alguna vez ¿O no? Y cuando esto pasa estaréis conmigo en que, a veces, es una auténtica encerrona a pesar de su aparente inocencia.
Soy de las que creen firmemente que nadie es bueno en términos absolutos por mucho que algunos se empeñen en vendernos lo contrario. Somos, afortunadamente, animales imperfectos. Y creer que una puede ser justa y objetiva cuando de opinar se trata es, sinceramente, fruto del más absoluto desconocimiento.
Opinar es un derecho y una necesidad y mi opinión -al fin y al cabo- no es más que la suma de mis experiencias sobre algo. Así que cuando la pongo encima de la mesa intento responder con absoluta franqueza y eso no es otra cosa que soltar lo primero que se me ocurre, lo primero que me pasa por la cabeza. Sin embargo, confieso que son muchas la veces que tengo que hacer un esfuerzo importante y reflexionar mejor sobre la cuestión a tratar antes de decir lo que de verdad pienso. Al fin y al cabo, mi juicio siempre estará alterado por la vida que he llevado. Y así nos pasa a todos, que defendemos ideas y sentimientos moralmente cuestionables según quién nos oiga. Y que nuestra opinión cuente y tenga un impacto, por pequeño que sea, no es cualquier cosa.
Digo todo esto porque veo y leo cosas que me hacen pensar que hay algo no estamos haciendo bien. Y es que no podemos confundir libertad de expresión con mala educación, ni verbalizar con toda la vehemencia del mundo aquello en lo que creemos bajo el lema “es mi humilde opinión”. A aquellos que despellejan al resto con su “humilde opinión” decirles que son seres perversos. Y que sepan que sus opiniones sólo merecerán respeto si son también respetables. Por favor, seamos más cuidadosos a la hora de expresarnos en cualquier debate moral. Opinemos desde el diálogo, desde la razón, poniéndonos en el lugar del otro…respetando. Ese es el mejor argumento. Porque, no lo olvidemos NUNCA, todas las personas merecemos respeto. T O D A S. Así de claro lo digo.
Como siempre, al final es el tiempo el que decide y el que da la verdadera razón del porqué de las cosas. No mi opinión. Y no quiero llevar esa carga sobre mis hombros. Por muy noble derecho que sea y tenga.
P.D.: Y porque, además, no tengo esperanza en que las cosas vayan a cambiar demasiado.
Coco.
Fuente de la fotografía: Coco.