¿GAME OVER?

No puedo dejar de asombrarme cuando pienso cómo esta pandemia ha tenido el poder de paralizar el planeta pero, a pesar de ver cómo ha golpeado fuertemente y sin avisar a unos y a otros hasta límites insospechados, nada dura eternamente. Señoras y señores: el confinamiento se acaba. ¿Game over?


¿Cuántas veces habrás repetido eso de “cuando esto acabe haré lo que me salga de las narices”? Yo muchas. Y es que cuando esto acabe quiero hacer muchas cosas. Quiero hacer tantas que he perdido la cuenta. Confieso mi deseo de libertad aunque la cosa siga sin estar en su mejor versión. Vuelve la ilusión, vuelve el cupón de la once, vuelven las playas de Benidorm (de 9.00 a 21.00 y dos horas máximo, algo es algo), vuelve poder abrazar a diario y vuelve “cruzar la frontera” para escapar al pueblo o a la playa. Los niños volverán a los columpios y yo podré volver a activar el cuerpo (y el alma) con mis entrenadores favoritos. Volveré a saludar al sol como se merece y no desde la pantalla de mi pc, volveré a…a hacer cosas a las que no daba importancia. ¡Toda emoción será bienvenida!
Los planes más esperados para recuperar una vida parecida a la que tenía ya están en marcha. Porque, no nos engañemos, esta nueva normalidad que tenemos a la vuelta de la esquina se parece mucho a la de antes: hay que volver a la ofi, comer otra vez de tupper y llenar las terrazas hasta que el cuerpo aguante. Estamos ante una vuelta a la rutina diferente pero… ¿con las mismas ganas?
Sin embargo, llegados a este punto, las reglas han cambiado y pasar del todo a la nada y de la nada al todo no se aprende en la escuela. Las necesarias mascarillas ya son la nueva moda, el plexiglás está por todas partes y asumamos que nos tomarán la temperatura más de una vez al día. ¡Ah! Y sí. Los tontos siguen siendo tontos después de la cuarentena.
La nueva normalidad que está a la vuelta de la esquina, en ocasiones, se parece más a una película de ciencia ficción porque el rebrote de nuevos contagios no deja de ser una amenaza. Es la espada de Damocles. Quizás por eso la realidad no es tan bonita como nos gustaría pero tampoco tan horrible como en un principio pensábamos. Solo pasa que ahora cada actividad requiere, de momento, el doble de tiempo y toca sí o sí aprender a moverse en este nuevo escenario.
Creo que, con este panorama, ser un poquito egoísta tampoco viene nada mal. Que cada uno debe seguir su ritmo y si el tuyo –como el mío- es más lento, no pasa nada. Lo más importante, sea al ritmo que sea, es que aunque ya tengamos permitido salir, sigamos teniendo en cuenta los motivos por los que hemos estado encerrados. Sabemos que el virus no desaparecerá. No hay game over que valga. Elegir el momento del día que más apetezca para salir a la calle, retomar las calles cruzando esas fronteras invisibles en las que tú decides cuándo, dónde y con quién o recuperar poco a poco tus rutinas, sin prisa, puede ser un sano ejercicio de adaptación.

En resumen: Llega recuperar la libertad pero sin dejar de lado la incertidumbre, pieza clave en cualquier humano, y llega también volver a hacer todas esas cosas irrelevantes que hacíamos antes pero que son las que hacen que esta nueva normalidad se parezca un poco más lo de siempre.
Cada uno, disfrutando de la vida a nuestra manera, nos vamos a tener que hacer a la idea de que el juego aún no ha terminado.

No hay una “deadline” para decirle adiós al virus.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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