El otro día pensando en cómo he vivido el pasado mes, lleno de cosas que celebrar y mil otras por hacer, cargado de sueños (y casi todos cumplidos), tuve una sensación rara. ¿Cómo soy capaz de ser tantas personas a la vez? ¿Sé, de verdad, que sólo tengo una vida? En ese momento me cayó el mundo encima. Enterito. ¡Cómo se escapan los días! Me vi peleando contra el paso del tiempo y, aún así, sin poder hacer nada. Viviendo la vida demasiado deprisa. Sin vivirla. Sin disfrutarla. Sobreviviéndola. Dejándome llevar. Y yo no soy de esas.
Frené en seco. ¿Qué me está pasando? Quizás mi cabeza esté diseñando una nueva estrategia.
Más de una vez me han preguntado por qué soy tan intensa. Y la respuesta es las ganas. Ganas de hacer muchas pequeñas cosas. Pequeños detalles que marcan la diferencia. Hace tiempo entendí que sentirme viva va de la mano con sentirme bien. Y son esas pequeñas cosas las que me hacen sentir así. Esas tan tan tan insignificantes que no les hacemos caso y, muy al contrario, son las culpables de que cada día cuente. Y que no haya uno igual que otro.
Es cierto que a veces no soy, o no quiero ser, consciente del ritmo que llevo y del estrés que tendré como siga así. Reconozco que le he cogido el gustillo a eso de complicarme la vida. Mis pies ya se han acostumbrado a correr a pesar de no ser una runner. Cada uno tiene su propio ritmo. Cada uno enfrenta sus miedos a su manera. Y yo, a veces noto, que mi mayor problema es ese. El miedo a no llegar a todo.
Sin embargo, nada es bueno si llega a dominarte. Y en este momento me estoy cansando del tema. De esa sensación de caos permanente. Sé que es temporal. Nací así y así acabaré. Y NO. No es que ahora sea vieja. Siempre tendré cosas que hacer. No sé vivir de otra manera. Simplemente me voy a dar una tregua. Necesito pasear y sentir. Andar a paso lento, disfrutando de cada uno de ellos. Coger el coche y desaparecer sin que nadie sepa dónde estoy. Sin rumbo. Meter los pies en el agua y dejarme llevar. Y, cuando todo esto pase, regresar. Como si nada hubiera pasado. Hacer las cosas de verdad. DESPACITO.
Como ya os he dicho, reconozco que esto no es mi fuerte pero creo que podré acostumbrarme. A mi lo que me gusta es lo difícil, eso de nadar contracorriente. Pero de momento voy a ir trabajándolo. Se trata de grabarme a fuego eso de que si la rutina no puede contigo, que tampoco lo haga la crisis.
Todavía estoy a tiempo y el mundo…no se acaba mañana.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest