…asomando la patita.

Me piden que hable del amor.  Me dicen que el amor pá cuando.

Pero… ¡qué sabré yo del amor!

Poco puedo aportar a la ciencia del amor con esa manía mía de simplificarlo todo. Sólo me atrevo a decir del amor que…es un arte. El arte (creo) de hacer las cosas bien. Y el arte, bacalaos míos, se alimenta de sentimientos.

El amor es libre. No exige nada a cambio. No va de cambiar al otro. Va (creo) de dar a cada uno lo suyo. De lo que tú quieres y de lo que estés dispuesto a dar. El amor tiene que hacerte sentir bien. Si no te toca el corazón, no vale pá ná.  Si vas a querer, quiere hasta el final, y si no, ni te molestes en empezar. Llegar directo al alma es lo que hace que el amor sea tan importante para la humanidad. Creo.

En todo este tiempo he visto de todo. Por eso me llama poderosamente la atención la facilidad de algunas personas para asumir su destino. Hay gente que se aburre. Se aburre y acepta ese tipo de cosas. Gente que se conforma con poquito. Con amar y que le amen…a secas.La cosa no va sólo de intercambio de fluidos y deseo carnal. No somos de piedra y no todo vale. Yo me entiendo. Y tú también me entiendes.

Yo el amor lo noto en las cosas pequeñas. En detalles que, poquito a poco, van llenando tu vida y tu alma. Moviendo los sentimientos. A mí me encantan las historias de valientes. Me gusta esa gente que nunca lo intenta demasiado. Esos que son felices de verdad, felices de principio a fin (con algunos nubarrones en el horizonte, por supuesto). ¡Ojo! Soy optimista. No ingenua. Esa gente siempre vuelve a jugar. Vuelven a la casilla de salida tantas veces como haga falta. ¡No todo va a ser caerse! Total, amores malos los tiene cualquiera. ¿O no?

La vida es muy corta para aguantar a alguien que no te quiere y cuando el amor se convierte en rutina no se valora.  Para esa enfermedad (creo) no hay nada mejor como cambiar de aires. ¡Que pase el siguiente! Y si no, ya sabéis eso de “más vale sola que mal acompañada”. Soy una firme defensora de la soledad (elegida, claro). Y, aunque suene casposo, funciona. Dejar ir es una de las lecciones más importantes (y más difíciles) de la vida. ¡Que corra el aire! No cambies ni intentes que el otro cambie para que la cosa funcione porque entonces nada será de verdad. Apuesta por escucharle más de lo que hablas o mírale a los ojos (esto último también funciona).

¿Volveremos a querer como alguna vez quisimos? A veces me pregunto si quizás pedimos demasiado.

Como enamorados del amor que somos, volveremos a enamorarnos mil veces más y de mil formas diferentes porque, lo que nos cuentan, es que tampoco somos los que fuimos. Dicen que vamos acumulando experiencia, madurez, sabiduría (por ese orden) y que hay cosas que ya no toleras como cuando eras moza.

Aun así (creo) nos quedan muchas cosas por descubrir. Aún quedan muchas risas. O sentir que lo mejor de tu vida puede estar esperándote en la cola del supermercado. Los sueños nunca se apagan.

Dicen que la memoria es caprichosa. Que el amor se acaba pero los recuerdos ahí quedan. Si eso es así, aprovecha. Quédate con lo bueno. Porque cuando algo termina…lo nuevo ya está asomando la patita por debajo de la puerta.

P.D.: No sé si habré estado a la altura de las circunstancias hablando del amor. Espero que este post os guste tanto como a mí, porque yo he disfrutado mucho pensando…en el amor.

 

Coco.

 

Fuente de la fotografía: Pinterest

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