Desde hace mucho tiempo a esta parte he descubierto un patrón muy preocupante: hay personas que muestran su verdadera cara en el momento en que empiezan a ser conscientes de la posición que ocupan. No existe ningún trabajo donde no encontremos a alguien así. Y normalmente esa posición no les viene de cuna, sino que viene de un empujoncito bien dado en el momento perfecto en el sitio perfecto. Estas personas, en el mismo momento en que se ven dotados de altas dosis de poder, son las más propensas a hacer uso y abuso de determinadas cosas digamos “inapropiadas”. Y lo escribo así de suave porque quiero ser políticamente correcta. Ahí lo dejo.
Esa condición de estar “por encima de otro” hace que su día a día pase a ser una fuente de abusos constante, demostraciones de poder innecesarias o levantar la voz a los del escalón inferior haciendo incluso comentarios ofensivos como quien no quiere la cosa. Ese es su pan de cada día. Es tocar el cielo y asoma un insólito déficit de empatía del que siempre habían hecho uso pero que, llegados a ese nivel, la cosa se dispara.
El problema es siempre el mismo. Alcanzan la gloria sobrepasando cualquier línea y lo primero que hacen es dejar de lado a aquellas personas que estuvieron siempre apoyándoles y les ayudaron a ascender. Ya no aportan. Es más, diría que incluso les molesta su presencia. Consideran que -llegados al nivel jerárquico al que soñaban llegar- no tienen por qué asegurar su supervivencia y esa gente estorba. Así de claro. Son muchos los desmanes y desprecios que se sufren por parte de estos aspirantes a “Amos del Universo”. Con ellos llegó el listo que todo lo sabe y no necesitan que nadie les recuerde sus orígenes.
Lástima. Eso dais. Porque este comportamiento del que alardeáis, día sí y día también, sólo se explica porque debéis haber crecido con la idea de que vuestro valor como ser humano va unido a la idea que los demás tienen de vosotros. Os veis como un ser superior al que se le debe (casi) todo. Y no. No jefe. No eres Dios…¡y deja ya de idealizarte! No eres ni más ni menos que un trabajador más. Otra pieza del puzle del que todos formamos parte.
Visto lo visto, y sufrido lo sufrido, desde aquí lanzo una más que osada propuesta: que todos aquellos que vayan a ostentar puesto de poder hagan previamente un curso tipo “preparación al parto” para que sepan cómo va a ser -a partir de «tocar el cielo»- la vida suya y la de los de su entorno. Que recuerden que hay personas que dependen de ellos, que hay muchísimas más personas que van a estar analizando cada paso que dan y que hoy están ahí pero mañana seguramente no.
Porque como dice la canción: «Nada es para siempre». Y dejar muertos por el camino, o el abuso de poder, no es la mejor huella ni el mejor recuerdo que puedan dejar en los demás.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.