Parece que estamos en manos de los algoritmos. O por lo menos eso deduje de una conversación con un friki de las ciencias. Empezaron por imitar al cerebro y hoy nos engañan como por arte de magia. Son la auténtica revolución del siglo XXI. Nos guste o no han llegado para quedarse y, nos guste o no, la humanidad entera (rodeada de algoritmos) rendida ante las pantallas.
Nos conocen mejor que nosotros mismos y toman decisiones en nuestro nombre hasta el punto de que detrás de algunas de esas decisiones hay, simplemente, una fórmula matemática. Sin embargo nosotros para ellos somos simples generadores de información a base de darle a la tecla. Introduces tus datos y salen predicciones de todo tipo, nos aconsejan sobre cualquier cosa. Cada vez más imaginativos, son capaces de engañarnos con sus trucos y con una potencia de cálculo brutal, escapan de nuestro control y -a veces- hasta resulta difícil seguirles el ritmo.
Los algoritmos no funcionan igual que nosotros, tienen cero conciencia. No sienten ni frio ni calor, pero están organizados para detectar hasta nuestro estado de ánimo. En cada clic hay algo nuestro, se han convertido en uno más de la familia, y esta intrusión en nuestras vidas da miedo a muchos. Miedo que el mismísimo Elon Musk ha manifestado en más de una ocasión. Y lo siento Sr. Musk pero ese miedo es un miedo a nosotros mismos y demonizarlos es perdernos todo lo bueno que tienen…¡que es mucho!
Aun siendo de letras os diré que es fácil descubrir los puntos débiles de los algoritmos porque los hacemos las personas, no se hacen ellos mismos. Y aprenden lo que un adulto les enseña, como los niños. Y podemos desobedecerles sin despeinarnos…como hacen los niños también. Ellos lo ven todo mejor que los humanos hasta que alguien les engaña. Por eso las máquinas pueden caer en trampas en las que jamás caería un humano. La clave está en mentir.
La cultura del algoritmo no es como en las películas. No hay que tenerles miedo. Son buenos amigos del ser humano. No obstante, la gente cree que esto es malo porque todo lo que ven es malo. Pero no. Sólo hay que tener miedo a la inteligencia humana. Porque la maldad, el engaño y la mentira son parte de nosotros. Y si las máquinas hacen cosas malas es porque detrás hay algún villano que así lo ha querido. Ya sabéis eso de que quien hizo la ley hizo la trampa. Y “la ley” (o sea, el algoritmo) la hicimos los humanos.
En resumen, querido friki: La base de datos perfecta no existe. Y ningún método es infalible. Siempre hay errores. El truco es…ir de farol.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.