Si por mí fuera agarraría todos los programas de fiestas populares e iría de pueblo en pueblo.
Ya lo hice una vez con mi prima Mª Ángeles. Acabaron confundiéndonos con unas vendedoras ambulantes de esas que van recorriendo pueblo tras pueblo con el remolque, «feriantes» de toda la vida. “Cacharreras” nos llamaron. Y nosotras (hablo de hace 25 años) muy contentas con la confusión. No hubo pueblo de la Sierra de Alcaraz que no fuésemos ese año para honrar a sus Patrones y ver “qué se cocía en la Feria”.
Aquí, quien os escribe, es una auténtica “profesional de las verbenas”. Es ver una orquesta en la plaza del pueblo y me vengo arriba en cero coma. Lo bailo todo ¡y sin contar los pasos!, incluso cuando el grupo descansa y ponen en marcha la disco móvil. Ya sabéis, a más años, menos vergüenza. Os diré que hay un antes y un después en mí cuando suena Sarandonga. ¡Temazo! Y es que no hay banda de música que se precie que no versione este hit de Lolita.
Han pasado muchos años desde mi última vez en las Fiestas de San Isidro Labrador. Los Belones no es un pueblo grande. Pero su gente sí lo es. Jamás me he sentido forastera por mucho que viva en una capital de provincias y tenga la casa de los abuelos allí, a la que acudo religiosamente año tras año. Tanto es así que tengo mi mote como si fuera una belonera más.
Acabo de volver de honrar al Labrador y lo he vuelto a hacer. He vuelto a desfilar junto a la chirigota Las Tremendas, a bailar en la plaza al ritmo de la Orquesta La Mundial Show, a subirme a los cacharritos (siempre hay edad para eso) y a vivir la tan esperada “noche de los huevos fritos” de la mano de la Comisión de Fiestas el Ermitaño Festero con su presidente, Celestino, a la cabeza. Ellos ponen los huevos con chorizo y tú sólo tienes que ir.
La plaza llena de gente. Amistades que siguen grabadas a fuego. Carreras de cintas. La Reina y las Damas haciendo honor al cargo. Los churros con chocolate y…el algodón de azúcar.
Es en estas ocasiones cuando pagaría por ser pequeña otra vez y convertirme en aquélla niña que esperaba a los cabezudos desde el balcón de mis abuelos. Eran fechas que marcaban mi calendario y que nadie me dijo que, al crecer, echaría tanto de menos junto con esa frase mítica…”¡cuando se enciendan las luces, a casa!”.
¿Veis? En los pueblos pasan cosas. Cosas que…me encantan.
Coco.
Foto del balcón de la casa de Maribel y Celestino,
el mejor Presidente de las Fiestas que un pueblo puede tener.
(Hecha el 12 de mayo de 2018)