Todo pasa, pero lo importante se queda.
Esta es la conclusión a la que llegamos mi amiga y yo delante de una copa de vino en la barra de un bar (como no podía ser de otra manera). Ella sorprendida de que yo mantuviera el contacto con tantas personas a pesar de las distancias y de los años. Ya le dije que la culpa la tienen las redes sociales. Esas que dicen que nos alejan de los que están cerca para acercarnos a los que están lejos.
Es verdad que las redes en ocasiones son una vía de escape de nuestra inmediata realidad, y nos ofrecen ver las vidas de los demás como si de un Gran Hermano se tratara. Pero no te lleves a engaño, lo que te encuentras en las redes no tiene por que ser verdad, o por que ser lo que ocurre en ese momento, es lo que esa persona quiere expresar, que a veces tiene un doble sentido y otras no.
Estaría bien que existiera una versión de «Maldito Bulo» para poder diferenciar lo que es verdad de las «fake news» de nuestros contactos, pero mientras tanto tendrás que dejar trabajar a la intuición o conseguir que todo te resbale.
Volviendo a la conversación con mi amiga (a la que acabo de recuperar después de estar años desaparecida), hablábamos de la importancia de mantener las amistades, de cuidar las relaciones sean del tipo que sean, pareja, amigos, familia… de que la responsabilidad del cuidado de las relaciones está en los dos extremos de la cuerda. Las relaciones son siempre son mínimo entre dos, y ya sabemos que si uno no quiere, dos no pelean.
Eso si, hay personas que están ahí aunque no las veas, que pasan los años y siguen ahí. Personas con las que en el rato de tomarte un vino, te pones al día aunque haga años que no tenéis una conversación seria. Personas con las que rápidamente pones el contador a cero olvidándote del tiempo que habéis estado distanciadas. Personas como mi amiga, que aunque todo pasa, ella se queda.
Reyes
Y ella se queda, porque es amiga.