Si, todo el mundo miente, y tú el primero.
Seguro que ahora mismo estás pensando que me equivoco, que tú no mientes, pero esta mañana antes de levantarte de la cama has dicho la primera mentira cuando has parado el despertador: «5 minutos más»… Y se han convertido en 10.
Luego has llegado al trabajo y les has deseado a todos buenos días, y tú y yo sabemos que no se los deseas a tod@s…
Pueden ser mentiras «piadosas» o «mentirijillas» sin mala intención, pero no nos libramos ninguno. Estamos tan acostumbrados a utilizarlas que no somos conscientes de las mentiras que decimos y nos decimos al día, prueba a contar las que dices hoy y veras como a la tercera pierdes la cuenta.
Lo de las mentiras importantes ya es harina de otro costal… Para esas hace falta tiempo ( para inventarlas), un buen motivo (para justificarlas) y muy buena memoria (para que no te pillen en un renuncio). Esas son las que nos generan ansiedad al principio, por si te pillan y agobio al final, cuando ya se ha resuelto la situación y no sabes cómo volver a la casilla de salida.
Las mentiras gordas son las que no nos dejan dormir, o las que nos sacan de un apuro, lo malo es que por escaparte tú impliques a alguien y entonces sí que lo tienes chungo. Si buscas coartada, asegúrate de que al otro también le sirva para algo… Me refiero a un intercambio tipo «Extraños en un tren» aunque te toca asumir el riesgo de que el plan no salga bien.
El caso es que todos mentimos y aunque no queramos lo seguiremos haciendo.
¡Ah, y no te olvides de la mentira de todos los lunes!:
«Esta semana no voy a tomar helados ni cervezas, ¡prometido!»
