El modo Navidad ha sido desactivado y el resultado es: agotada. Supongo que como casi todo el mundo. Además estoy que reviento. ¡Desbordada! Aviso: entro de lleno en la temporada de infusiones.
Aún así…¡tengo hambre! Hambre de mundo. ¿Que aún queda invierno de sofá, manta y chocolate caliente? Lo sé. Pero me veo más que nunca con hambre de hacer cosas y de descubrir.
Y es que, pasada la navidad, la vida es otra. La vida vuelve a ser VIDA. De esas de vivir con intensidad. De las de reír riendo y llorar llorando, pero de verdad. O andar hasta dejar de sentir los pies. Al fin y al cabo la vida es muy breve y hay que arriesgar. Si no…¿para qué estamos aquí?
Has cambiado, me han dicho nada más empezar el año. Debe ser que mi cuerpo manda señales. Y a mi me da una pereza enorme mirarme al espejo para comprobarlo. Estoy convencida que todos seríamos mejores personas si no nos viéramos reflejados en ellos. Reconoced conmigo la gran influencia que ejercen las imágenes en nuestras mentes. Aunque, en realidad, si me miro sé que voy a ver a la misma persona de siempre pero sin todo ese ruido de antes.
Sí. Hay palabras que sólo son ruido. Y a mi ya no me interesan las conversaciones vacías. Ni bailo al ritmo de cualquier canción. Para colmo, he perdido la memoria para recordar algunas cosas. No quiero almacenar sin más. Aún así hay muchos recuerdos apelotonados en mi cabeza. Y son muy bonitos. Son todo lo vivido. Los momentos de absoluta verdad. De los demás, paso. No sé en qué momento me volví tan mala. ¡Qué curiosa es la mente!
Os veo reír.
A los que me miráis con cara rara os diré que durante estos días he sido testigo de cosas que no creeríais. No tengo palabras para expresar las cicatrices que he visto. De esas que no están marcadas en la piel. Y que duelen.
Hacerte mayor es una gran putada. Yo no sabía nada antes de venir a este mundo. Como vosotros. Y sigo sin saber nada. Nunca sabemos nada. Ahora tampoco lo sé pero cuando la escala de valores va cambiando, ya no tienes tantas esperanzas como antes. Y el no esperar nada, en estos casos, lo es todo.
Todo lo que debes hacer es variar el rumbo, improvisar. Eso me dijeron una vez que también estaba «hambrienta». Como ahora. Y entonces fui, volví, subí y bajé. Y mientras “comía” me dí cuenta que los momentos que hacen que la vida valga la pena son esos en los que no puedes estar peor y, aún así, encuentras la manera de pasarlo bien.
¿Veis? Al final todo nos lleva a experiencias. Eso quiero.
¿Qué más puedo pedir? Que no duela. Y además…con sentido del humor.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.