Con el paso del tiempo te das cuentas que nada es como lo pintan. Que el mundo está para que tú, y sólo tú, lo descubras. Y que hay gente que viene, otra que va y algunos que…se quedan.
Con el paso del tiempo mi círculo de amistades se ha ido reduciendo por la sencilla razón que prefiero calidad a cantidad. Que no tengo interés en caerle bien a todo el mundo porque eso es, sencillamente, imposible. Y porque los que están a mi lado, simplemente, ESTÁN. A pesar de “mis días”. Esos días que no te soportas ni tú pero ellos sí.
Con el paso del tiempo he descubierto la necesidad de sacar de mi vida a algunas personas por higiene emocional. Gente que, en un momento determinado de mi existencia, lo eran “casi todo”. Y que en cierta parte del camino, y de forma escalonada pero dolorosa, muy dolorosa, se va perdiendo ese algo que nos unía.
Con el paso del tiempo, el destino se ha encargado de enseñar que tú no eras para ellos lo que ellos significaban para ti. Que donde creías que había una sólida amistad sólo era hipocresía. Y que esos en quien confiabas tus debilidades estaban deseando oírte para salir corriendo con el chisme.
Con el paso del tiempo, y las heridas abiertas, decides poner fin. Y, como en todas las rupturas, hay un síndrome de Estocolmo. Llegan momentos de soledad. Y toca ocupar esos huecos vacíos de amigos que no lo eran. Pero no a cualquier precio.
Con el paso del tiempo descubres que a tu lado aún siguen algunos SUPERVIVIENTES. Esos que ves de Pascuas a Ramos pero que han aguantado el paso de los años. Que conociste no recuerdas cuándo. Pero que saben y callan tus secretos de juventud.
Con el paso del tiempo descubres que esa vecina comparte contigo mucho más que un simple saludo callejero. Que estas a gusto a su lado. Y ella contigo también. Tropiezas con nuevas amistades que te saben hacer sentir especialmente bien. De esas con las que puedes ser TÚ. Sin miedo.
Con el paso del tiempo te das cuenta que la amistad no se mide por la cantidad de gente que puedas congregar en un sarao. Ni por los grupos de whatsapp que llevas en el móvil. Que no podemos pensar en quien no se lo merece. Ni dejar pasar las oportunidades sólo por anclarnos a aquéllos que fueron y ya no lo son. O que nunca lo fueron.
Porque el paso del tiempo me ha enseñado que la verdadera amistad no se mide ni caduca. Es un hombro silencioso. Es dar y darse. Es lealtad. Es hablar claro. Es mirar a los ojos y no decir nada porque no hace falta. Es quien se queda a tu lado aunque ya no tengas nada que ofrecer.
Es…NO JUZGAR.
Coco
Fuente de la fotografía: Pinterest.