¡Sorpresa!… y los músculos de su cara no se movieron.
No se lo podía creer. Estaba esperando su regalo de 40 cumpleaños y no podía creer que lo que había soñado la noche antes se había hecho realidad.
Y allí estábamos nosotros, «su regalo». Malaga, Gijón, Vitoria, Murcia, Orense, Alicante y Madrid nunca habían estado tan cerca como el día en que todos contestamos «Si quiero» a la propuesta del marido de mi amiga para reunirnos y darle una sorpresa por su cumpleaños.
Aceptamos sin dudar y no teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo. Nosotros éramos su regalo, pero el regalo nos lo han hecho a cada uno de nosotros.
Dos años después de vernos en Roma y de seguir hablando a diario desde hace 14, nos reuníamos nosotros y nuestras familias. Los que en Roma estaban de camino por fin se conocieron.
Lo que hemos vivido estos días no se puede explicar.
Pasear bajo la nieve por por primera vez en la vida, intentar hacer un muñeco de nieve y acabar a bolazo limpio, desafinar cantando «a grito pelao», jugar con nuestras propias reglas, disfrutar de un concierto privado, y beber y comer como si no hubiera mañana…
Menos mal que ha habido alguien que se ha ocupado de hacer todo esto posible, y de recordarnos lo mucho que nos queremos, lo importante que es «lo nuestro» y de proponernos repetir una vez al año y de ¡ofrecerse para siempre como cocinero en nuestros encuentros!
Gracias, gracias y mil gracias porque la sorpresa me la he llevado yo.
Reyes
P.S.: Yo si lloré.
Si vosotras decís ven, lo dejo todo