Hoy vengo a confesarme, soy un vicioso, tengo vicios inconfesables y otros muchos más banales pero todos ellos vicios de esos que una vez empiezo me pierdo, y estos son los 4 que menos controlo.
Si la curiosidad es un vicio, que para algo escribo y hago yo mis listas, soy una de las personas más viciosas que conozco. Curioso por naturaleza y por afición, muchas veces con esta curiosidad me he ganado una algún que otro disgusto, pero como en todas las ocasiones las alegrías salen ganando siempre.
Aún recuerdo perfectamente cuando una mañana entré con mi padre en una pequeña tienda que había en el centro de la ciudad, yo no debía de tener más de 6 años, pero fue esa la primera vez que disfruté y degusté de los pistachos. Si, es algo que me pierde y los que lo conocen lo saben, y nunca faltan en cualquier acontecimiento al que me invitan. No rechazo procedencias pero si me tuviese que decantar por unos, los iranís son mis preferidos.
De mi siguiente vicio no tengo muy claro quién es la culpable, pero debe ser Maruja o Paquita estas dos mujeres regentaban un Kiosco en el que yo me dejaba la paga de la semana durante muchos años. Una bolsa de chuches compartidas ha iniciado muchas de las amistades que mantengo desde pequeño, ya que esto es algo que une mucho. Que si Palotes y todos los productos Damel, que si chicles de monstruos, que si las bolsas de gominolas interminables que comprábamos todos los viernes, o ese gran amigo cuyos padres trabajaban haciendo chuches y tenía una arsenal secreto en su casa. Daños colaterales, muchos dolores de muelas y visitas al dentista, pero a día de hoy mis hijos me esconden las chuches de Hallowen no sea que les desaparezcan por mi vicio incontrolable.
Y mi gran vicio inconfesable mucho más allá de una filia o una fobia sexual, mucho más atractivo que espiar a alguien mientras se cambia la ropa, con mas atracción que cualquiera de las posturas sexuales imposibles de una peli porno, con más morbo que la sutileza de la que insinúa pero no enseña. Os voy a contar mi vicio inconfesable… me encanta planchar. Que todo quede sin una arruga y que esté perfectamente doblado o en perchas.
Ya sabes cada uno con sus vicios hace lo que quiere.
Así que si un día me ves por la calle y llevo la camisa arrugada igual es porque he tenido una noche desenfrenada de ¡SEXO!
Caye
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