Cuando era pequeña, oía a los mayores decir: «ese(a) es un sabelotodo», y no parecía que lo dijeran con mucho cariño. Saberlo todo no estaba bien visto, pero es que además era imposible. No somos Hermione Granger, aunque a algunos nos gustaría.
En un momento en el que todas nuestras habilidades cuentan, las empresas necesitan «chicos y chicas para todo» pero ya no por habilidades sino por actitud.
Mirando ofertas de trabajo, te das cuenta de que se necesitan personas con conocimientos de CEO y voluntad para poner cafés. Que digo yo, que ni lo uno ni lo otro. Está bien que la generación que se incorpora al mercado de trabajo esté mejor formada que las anteriores, pero no les pidamos milagros para luego no reconocerles el trabajo, en palabra y en hechos (si, me refiero al sueldo).
Los jóvenes de edad, y los que lo somos de espíritu, estamos siempre dispuestos a aprender, a saber más cosas y a saber hacer más cosas, pero por muchas ganas que le pongamos, hay habilidades que es imposible adquirir por mucho que lo practiques. Eso si, aprender de los procesos de trabajo de nuestros compañeros para saber por dónde va cada uno y cómo podemos obtener el mejor resultado de un trabajo en equipo es fundamental.
Al final ponerse en el lugar del otro es lo que mejor nos va a dar una visión lo mas ajustada posible de la realidad del trabajo de cada uno y de sus conocimientos, pero por favor, no caigamos en el error de pensar que somos mejores que los demás.
A lo largo de mi vida profesional me he encontrado con algún «espécimen» que por haber estudiado una carrera determinada se cree con el derecho de hablar a los demás con superioridad, y no hay nada que me moleste más.
No somos nadie sin los que nos rodean, eso hay que tenerlo muy claro, porque no, no hay que saberlo todo, lo importante es tener el teléfono de quien lo sabe.
Reyes