¿Qué puedo hacer yo? Eso es lo que me pregunto cada vez que leo la noticia de un nuevo atentado. Pakistán, Bruselas, Siria, Etiopía, Madrid… Cada vez un lugar distinto, unos más cerca, otros más lejos pero todos, absolutamente todos habitados por personas como tú y como yo.
También los terroristas son como tú y como yo, o en algún momento lo fueron. Personas con aspiraciones, con amigos, familia y con un entorno determinado. Mi pregunta es ¿Qué les lleva a pensar que la violencia es la única solución?. No puedo creer que su vida esté tan vacía como para pensar que la mejor solución es la muerte y que cuantos más infieles les acompañen en ese viaje a su paraíso mejor será su estancia en él.
Mi cabeza no para de dar vueltas… ¿Qué les dicen para convencerlos? ¿Cómo se dejan convencer? ¿Quién tiene tanta autoridad como para enviarlos a la muerte y que ellos no se lo piensen dos veces?
Cuando estudiaba historia en el colegio, la impresión que me llevé de los árabes era la de un pueblo culto, que aportó muchísimos avances en astronomía, horticultura, arquitectura… un pueblo que realzaba la belleza de todo lo que les rodeaba y hacía que el mundo fuera aún más bonito. Me niego a pensar ahora lo contrario.
No le echemos la culpa a los árabes ni a la religión musulmana, sino a los radicales. No generalicemos. Los terroristas son individuos concretos que viven un momento de desesperación y que se encuentran en una situación concreta en un momento concreto. Luchemos contra eso.
Luchemos contra los radicalismos, la falta de tolerancia y de empatía. Eduquemos a los nuestros en el respeto, en la libertad de elección y de pensamiento. Acordemonos de que el ojo por ojo, dejará al mundo ciego.
Mi recuerdo a las víctimas de estas y tantas otras barbaries cometidas en el nombre de Dios, de Alá o de cualquier hombre.
Reyes
Fuente de la imagen: Pinterest