Muchas veces pensamos que los demás nos leen el pensamiento, que somos lo suficientemente claros como para que todos sepan cuál es nuestra opinión respecto de algo o incluso cuáles son nuestras intenciones. ¡Qué equivocados estamos! y que pena que sea así, porque esto nos da mil motivos para que se creen situaciones incómodas, confusiones y desaciertos.
Yo he llegado a un punto en que no me creo nada. Soy como Santo Tomás, a mí las cosas claritas y a poder ser, con pruebas fehacientes. Ya está bien de imaginar lo que piensan los otros y de interpretar lenguajes que no entiendo. Si no se algo, lo pregunto y el que quiera algo de mi, que me busque.
Ya está bien de esforzarse por los demás, de hacer de tripas corazón para no herir sensibilidades, y que luego te pillen en la mínima. Y todo esto es porque los demás no son conscientes de tus esfuerzos por hacer las cosas a su gusto, ni tú sabes siquiera si lo que haces es lo que el otro quiere. Y digo yo, ¿no es más fácil preguntar?
La próxima vez que me muerda la lengua, lo diré: me estoy mordiendo la lengua. Así la otra persona sabrá que estoy claudicando, y no porque me haya convencido con sus argumentos, sino porque lo he decidido así.
Cuando quiera hacer algo por alguien le preguntaré qué es lo que necesita. ¿No te ha pasado nunca que te has esforzado por hacer algo por alguien y el otro no lo ha valorado?. Un ejemplo fácil: quedas con alguien, mueves cielo y tierra para llegar a tiempo a tu cita y resulta que la otra persona llega tarde. ¿ Y si hubieras avisado de que no te daba tiempo a ser puntual? Seguramente tú hubieras llegado sin agobios y la otra persona lo hubiera agradecido porque también tenía el mismo problema.
El caso es que ahora me planteo estas preguntas cada vez que voy a hacer algo que me supone un esfuerzo y que considero que para mi es importante. ¿Hasta dónde estoy dispuesta a llegar? ¿Hasta cuándo seré capaz de mantener esta situación? ¿Lo hago por mí o por los demás? ¿Me lo han pedido o creo que es lo que quieren de mí?
Y para que no haya malos entendidos te voy a decir lo que espero de ti:
No me busques si no tienes claro lo que me vas a pedir, no me busques si no has pensado antes por qué motivo crees que te debo algo, y por encima de todas las cosas, no me busques para pedirme explicaciones de por qué no he hecho algo que tú querías que hiciera y nunca me pediste.
¿Quieres algo? ¿y a qué estás esperando? ¡Pide por esa boquita!
Reyes
Fuente de la imagen: Pinterest