Entro en el salón de casa con la luz apagada y zzzzaaazzz pisotón al poblado vaquero de Playmobil. No consigo acertar que es lo que me he clavado en el pie, una tienda comanche, una jirafa, el cuerno del rinoceronte, un dragón alado, o quizá la pluma del gorro de Barba Roja.
Me sorprende la imaginación y la capacidad de montarse historias con todos sus personajes de Playmobil de mi hijo que si el forzudo del circo es el mejor amigo del troglodita, que si el hombre lobo hace piña con la astronauta, que si se ha iniciado una guerra entre los ciclistas y buceadores contra los bomberos y caballeros medievales. Como le gusta subir al surfista en el coche de policía y poner a sus dragones con las ballenas y delfines, ya que en su zoo están todos los animales incluidos el buey y la mula del belén.
A lo que vamos, no se si me he roto algún hueso del pie, pero lo que sí que se es el dolor que tengo en estos momentos, a lo que sale un grito de mi garganta llamando a mi hijo, y acordándome de su padre.
-Ángel como dejas todo esto montado en medio del salón para que Papá entre y se haga daño. ¡Mira como tengo el pie!
-Papá eso te pasa por ir descalzo por la casa, ¿Dónde has dejado tus zapatillas?
Bueno mejor me voy a dormir.
Caye