No recuerdo muy bien cómo comenzó nuestra relación, de lo que estoy segura es de que nos conocimos hace muchos años en mis visitas al pueblo de mi padre, la tierra en la que te vi nacer y que tanto te ha cuidado siempre.
Tiempo después acudí a un curso de formación, en el que tuvo lugar nuestra primera toma de contacto. Me acerqué a ti con respeto, desconocimiento y absoluta curiosidad, pues con un pasado tan interesante y con tanta gente dedicada a tí en cuerpo y alma, algo bueno debías tener.
Encontré en tí un apasionante mundo de matices, aromas, colores y misterios, que me cautivaron y me empezó a interesar todo lo que te rodeaba. Los diferentes lugares en los que te criaste, los elementos que forman tu carácter, las propiedades que te atribuyen y los efectos que produces en las personas.
Lo que había entre tu y yo era un coqueteo. Nos veíamos de vez en cuando, mis amigos y mi familia me preguntaban por ti, y yo siempre respondía que nos estábamos conociendo.
Pasó el tiempo y encontré, justo al lado de casa, a un amigo que al menos una vez al mes, me hablaba de ti cómo un enamorado habla de su amada. Lo sabe todo de ti, y lo cuenta sin ningún pudor, no se guarda nada. Cada detalle, cada lugar que ha conocido gracias a ti, cada persona que le has presentado, ha dejado en él una huella que hace que te hayas convertido en su pasión. Pasión que trata de transmitir a otros y que sin duda consigue.
Ahora nos vemos casi todos los fines de semana, siempre en muy buena compañía. Cada día respondes a un nombre distinto y vienes de un lugar diferente. Tu aroma y tu aspecto también varían con la ocasión, pero siempre nos dejas a todos con la boca abierta, y por supuesto con ganas de más.
Un día vives en una finca, y otro en un castillo, un día eres El novio perfecto y otro respondes al nombre de Juan Gil, Luis Cañas, o Enrique Mendoza. El caso es que vengas de donde vengas, y te llamen como te llamen, siempre consigues que sonría, que disfrute de tu compañía, pero eso sí, que no me dejen beber más de dos copas, que entonces… cuento lo que no debo.
Reyes