«No, gracias» qué frase tan sencilla, y a la vez tan difícil. No se si me resulta más doloroso decirla o escucharla; el caso es que dos palabras tan simples tienen mucho, muchísimo significado.
Es una pena que nadie nos enseñe a decir que no a determinadas cosas. De pequeños nos enseñan a decir que no a las drogas, a los extraños y a poco más, pero nadie nos enseña a decir que no a aquellas cosas que aunque no lo parezcan también nos pueden hacer daño.
No, gracias, no quiero pasarme la vida entera buscando excusas para poder decir que no a las cosas que no me interesan por no ofender a los que me rodean. Si me pides opinión, ya sabes lo que hay, cabe la posibilidad de que te diga que no.
Afortunadamente el «gracias» lo dulcifica, has dicho que no, pero has usado «la palabra mágica» y si además lo has hecho con una sonrisa en los labios, tu interlocutor no se ha dado ni cuenta de tu rechazo. Se va con tres palmos de narices, pero más contento que unas pascuas.
¡Despierta! No pasa nada por decir «no, gracias». Es más, seguro que te ahorras algún mal rato. Siempre se ha dicho que vale mas vergüenza en cara que dolor de corazón, ¿no? pues ale, vamos a ponerlo en práctica.
A partir de hoy, a todo lo que no me guste le pienso decir: ¡No, gracias!
Reyes
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