Mi segunda casa.

Mañana toca graduación del pequeño de la familia. Adiós a la Secundaria de mi niño. Se acabó. Ha sido tiempo de grandes esfuerzos y ahora vienen unas merecidas vacaciones para adolescentes y profes, pero ¿después qué? Después…rumbo a lo desconocido. Sea en bachillerato, FP o en el mundo laboral, empieza una nueva etapa y nuevas aventuras.

De esa etapa escolar que ahora acaba diré que fue la que más me marcó. Por lo menos ese es el recuerdo que tengo. Mis mejores momentos de entonces son, sobre todo, los ratos que compartí con M.ª Ángeles en Lengua y Literatura, con Félix en latín o con Carmen en Historia. Guardo en mi memoria algún profe más porque muchos pusieron toda su alma en enseñarme todo lo que sé. Y no sólo por las disciplinas que impartían (letras puras purísimas, como podéis comprobar) sino por la química que se generaba cuando estaba cerca de ellos. De alguno diré que hizo las veces no sólo de profesor sino también de confesor…y confidente. Porque es tal el vínculo que se crea, que un profesor te puede cambiar la vida. Al fin y al cabo, la educación cala en el corazón del maestro y en el del alumno. Y a partes iguales.

Todos recordamos nuestros años escolares. Ahí siguen, en nuestra memoria, el temblor de piernas que nos entraba cuando tocaba salir a la pizarra, el día de las notas, los sueños, las ilusiones y las esperanzas sobre qué íbamos a ser de mayores, las aventuras y las desventuras que maquinábamos día sí y día también, los miles de travesuras que hicimos y vivimos…pero siempre desde la inocencia. Porque sí, éramos muy inocentes aunque pensáramos lo contrario y pecáramos de saber más que nadie. Cosas de la edad.

Mis recuerdos de secundaria no sólo forman parte de mi vida, sino que han forjado buena parte de la personalidad que hoy gasto. Siempre se ha dicho que la educación recibida no es más que una cadena de historias personales. Y estas historias personales, en las que de una u otra forma los profesores aportaron su granito de arena con muchos aciertos (y algunos errores) son recuerdos que vuelven cada cierto tiempo teñidos, en mi caso, con el Pantone de los años 80. Recuerdos que siguen cercanos, como si los hubiera vivido ayer y que llevaré siempre allá donde vaya.

Hoy soy lo que soy, en gran parte, por ellos. Y desde aquí, muchos muchísimos años después, quiero agradecerles a todos mis profes -los que me gustaron y los que no- el tiempo vivido y compartido entre aquellos muros. Por sus consejos, los valores, sus enseñanzas y las experiencias que pude vivir. Por todo lo que hemos caminado juntos. Fueron testigos de mi vida, me ayudaron a crecer y la escuela siempre será…mi segunda casa.

P.D.: Colorín, colorado, este cuento no ha acabado. Continuará…a partir de septiembre.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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