Mi especialidad es la cola del súper. ¡No falla!
Cuando ves con desesperación que todas las filas avanzan menos la tuya… A partir de ese momento la ley de Murphy se ha apoderado de tu estado de ánimo y te llevas, junto con el carro de la compra, esa sensación de que el universo conspira para que todo salga mal. ¿A ti no te ha pasado?
Ya sabes de qué va esto. Si algo puede ir mal, saldrá mal y si Murphy se empeña… ¡puede fallar todo!
Cuando las cosas no salen como uno espera siempre hay alguien que le echa la culpa a Eduardo. Murphy sale a relucir cada vez que llueve y no llevas paraguas, abres los medicamentos por el lado del prospecto o cae la famosa tostada.
Dicen que la mala suerte no existe. Que es el pesimismo el que hace que la balanza se decante en nuestra contra. También dicen que no es culpa de nadie que la vida traiga problemas. Que es muy difícil no tenerlos porque enseguida los buscamos. Y los matemáticos que se han dedicado a pasar horas estudiando a Murphy hablan de que esta ley suya no es más ni menos que la ley de la probabilidad. Además, ya sabes, la vida perfecta es -aparte de aburridísima- estadísticamente poco viable y los problemas, nos guste o no, forman parte de ella. Al fin y al cabo son cosas que pasan.
A mí el hombre éste, Murphy, no me cae ni bien ni mal pero el pobre tampoco tiene la culpa de lo que me pase. Ni tampoco puedo ir en busca del culpable porque la culpa es mía y la culpable soy yo. Y porque, siendo sincera y con la mano en el corazón, eso de la cola del śuper me pasa por listilla. ¿O no?
Entonces… ¿cómo vencer a Murphy? ¡Pues con el propio Murphy! Si a Eduardo se le ocurre hacerte una visita ¡ten un plan B! Ningún problema realmente grave tiene solución y todo lo demás son anécdotas y aventuras que luego podrás contar echando unas risas. Sé optimista y ve paso por paso con la cabeza fría. ¡Ya te digo yo que es un curro! Sobre todo para las personas de sangre caliente. Como yo, por ejemplo. Pero, como todo en la vida, esto también es cuestión de práctica. Es muy fácil (o eso parece). Es tan fácil como que si no quieres tropezar, no andes y si no quieres meter la pata, no hables. Y si ves que algo funciona… ¡no lo toques! ¡Estate quietecita!
Sin embargo, ya sabes que soy de la opinión de que la vida merece la pena vivirla y si no haces nada, nunca te equivocarás. Y es que, a veces, equivocarte es lo más divertido. Así que cuando lleguen los problemas, mírales a los ojos y ponte a hacer algo. Vete a ver dónde has fallado y ponte manos a la obra para que no se repita. Cuando esto te pase, recuerda que no conviene perder de vista a Murphy y sus leyes porque lo que dicen son verdades universales.
En serio, relájate. La ley de Murphy siempre existirá, pero la idea es que no te afecte más de lo necesario. Y si lo hace, tómala con humor, disfrútala o súfrela lo mejor posible. Y la próxima vez que te pase algo, en lugar de culpar a Eduardo, piensa en el índice de probabilidades de que eso acabara pasando. A lo mejor caes en la cuenta de que, a veces, las cosas pasan porque tú las provocaste (o por ir de listillo, como yo). ¡Vamos, que te lo has ganado a pulso!
Ya de paso aprovecho para mandar un mensaje a los agoreros del mundo: Siempre hay una luz al fondo del túnel, pero…hay que saberla ver.
P.D.: De todo lo escrito en este post, quédate con esto: «Si no usas las leyes de Murphy a tu favor, estás perdido. Así que sonríe. Sonríe mucho porque mañana puede ser peor. Y porque si algo puede salir bien…saldrá bien«.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.