El otro día me llamaron tonto. La persona que me lo llamo no me conoce de nada, ni sabía que lo estaba escuchando. Pero lo mejor de todo es que me lo estaba llamando por algo que había hecho el. O mejor aún había provocado su incompetencia.
Son esas situaciones que he aprendido a manejar de una manera paciente y sin sobresaltos, en otro momento de mi vida se me hubiese hinchado la vena y hubiese ido directamente a por él en plan nada violento, pero a por él.
Mi “amigo” Jose Luis no tenía ni idea que yo estaba oyendo esa conversación con el manos libres de la persona con la que estaba hablando, probablemente si me tiene cara a cara se hubiese contenido, él no es de esos que va llamando tonto a la gente a la cara.
En ese momento que cuelga el teléfono, reconozco que tenía ganas de muchas cosas pero lo que me entraron fueron ganas de reírme, si de reírme de mi “amigo” Jose Luis que me había llamado tonto.
Me reía de la situación, de como defiende mi “amigo” Jose Luis su cagada con el insulto, en definitiva lo reconozco me reía de mi “amigo” Jose Luis. No me gusta reírme de la gente por el simple hecho de hacerlo pero es que mi “amigo” Jose Luis se lo ha ganado.
Bueno os tengo que dejar, ya que tengo que llamar a mi “amigo” Jose Luis, ya que me quiero pegar unas risas y explicarle unas cositas con la mayor de mis sonrisas.
Caye