Todos de una manera u otra hemos sufrido al matón de clase, pero cuando lo ves en la distancia ya no tienes otra opción que reírte e incluso sentir pena.
Aún recuerdo yo ese mes de mayo de 5º de EGB, Norberto era un niño de mi clase, el repetidor. Era un matón de patio de colegio, dominaba el insulto, el dejarte en ridículo, los golpes bajos, los balonazos a traición y el salir a chivarse antes de que a ti se te ocurriese que iba a pasar algo. Ese mes de mayo, este cabroncete me lo hizo pasar realmente mal, hasta que mi hermano mayor habló con él y dejo de molestarme.
Hoy mi hijo tiene un matón en clase y la verdad es que últimamente oigo mucho el nombre de este niño. Ya ha intentado meter en algún que otro lío a mi hijo y sus amigos, pero la verdad es que han sabido evitarlo siempre. El problema de todo matón siempre viene provocado por algo y siempre son los padres.
Mi hijo no insulta.
Mi hijo no pega.
Mi hijo es muy bueno.
¿Mi hijo? ¡es que se meten todos con él!
Los padres que suelen decir esto tienen esa habilidad de esparcir mierda por donde van y esto siempre salpica. Su hijo nunca hace nada y es la victima del ambiente en el que se relaciona. Y al final los niños que lo sufren de una manera u otra acaban pagándolo.
Mi hijo llega el otro día y me dice: «…es que me ha llamado negro, …es que me dice que yo no tengo un Iphone 7, …es que me ha empujado jugando.» Le pregunté. ¿Y tú que has hecho? A lo que me respondió: «Decirle que yo al menos tengo amigos. Se ha enfadado pero ya no le hecho caso, como si no existiera y a partir de hoy va a ser así.»
La opción fácil sería ir al cole y montar un pollo, pero de momento vamos a ver cómo transcurre la cosa.
Por cierto el otro día vi a Norberto, hacía mucho que no lo veía y… ¡me alegré de saludarlo!
Caye