Si hay un arte que jamás me concedió varita mágica alguna fue el arte de hacer maletas. ¿De verdad existe la maleta perfecta? ¿Esa en la que no sobra ni falta nada, que pesa exactamente lo que dicen los manuales y que, además, le caben toda esa serie de souvenirs extraños y que no sirven para nada?
Conozco gente que empieza, como mínimo, una semana antes a prepararla. ¡Tranquilos! ¡Yo no formo parte de esa secta! Yo soy más bien de ese otro grupo que la cierra cinco minutos antes de salir de viaje y ni el tiempo, ni la experiencia, ni formar parte de una familia numerosa, me ha hecho perfeccionar la técnica.
El hacer la maleta para mí es todo un ritual que me recuerda a mi época de enganche con el tetrix: en el fondo capas y capas de calcetines, medias, ligueros, bragas y sujetadores acompañados de calzoncillos de diferente formato… ¿ligueros? ¡También! ¡Nunca se sabe lo que el destino nos depara!
A continuación vienen nuestros amigos los cinturones, “estirados, que no enrollados”, como me dijo una vez un trotamundos que de esto sabía un rato. Y encima ¡el resto!: camisascamisetaspantalonesjerseysbañadoresfaldasrebecaspañuelospijamaszapatos… ¡Aquí viene el lío! ¡Y lío de verdad! Porque llegados a este punto, cuando has mirado de reojo la maleta no sé cuántos cientos de veces como si contigo no fuera la cosa esperando que se hiciera sola, te ves la noche de antes frente a ella y sin saber cómo narices aplicar eso que me dijo la última au pair que aterrizó en casa: “Dear Coco, no hace falta llevarse el armario entero, less is more”… ¡será para ti bonita, que nosotros somos cinco! ¡Y eso que no tenemos mascota!
Toma aire y respira. Profundamente. No pasa nada. “Tú puedes” me repito una y otra vez al ritmo que me ha enseñado la profesora de pilates para cuando me invada el stress. JA JA JA (modo sarcasmo ON): Mucha respiración y mucha relajación pero cuando repasas la lista con todas las cosas que nos vamos a llevar… ¡Sorpresa! ¡Aún falta el famoso neceser de viaje! Un neceser enooooooooooooooorme lleno de potingues de todas clases y para todas las edades, medicamentos, cepillos, peines, espuma y cuchillas de afeitar, el secador y ¡la plancha del pelo de mis niñas! ¡Pabernosmatao!
“Sé positiva. Ya queda menos” me digo esta vez hasta que, de repente, una voz con un tonito un tanto socarrón te suelta una gracia que de gracia a estas alturas del equipaje tiene más bien poco: “¿Ahhhhh, pero aún hay que meter más cosas?” Pues claaaaaaaaaaaaaaaaaaaaroooo!!! Es el momento de cables, cargadores de teléfonos, cámara, tablet, documentación, guías de viaje, libros… En ese preciso instante mi cerebro reacciona, a pesar de aplicarme el modo zen y todos los tipos de respiración de los que soy capaz de acordarme, dando paso a un enorme grito de desesperación, como cuando te pisan con un afilado tacón de aguja de quince centímetros, y juro que nunca jamás volverá a pasar…sabiendo que es una tremenda mentira. Sí. Lo sé.
¿Que a qué viene todo esto?
Mañana, si no perdemos el avión (otra especialidad de mi familia), partimos rumbo…a la Toscana.
Coco
Fuente de la fotografía: Pinterest.