La puerta abierta.

Ha caído en mis manos un interesantísimo libro que habla de la vida de Marco Aurelio y su forma estoica de enfrentar la vida y los designios del Imperio romano. Altamente recomendable. No es un libro de filosofía…y sí es un libro de filosofía. Me estoy contradiciendo. Lo sé. Pero es que, a la vez que habla del estoicismo y la fuerza mental de este hombre, narra su vida de una forma que no te das cuenta que es un estudio de filosofía. Fin del resumen. Quien quiera saber más, el libro se llama: “Piensa como un emperador romano”.

Por lo visto Marco Aurelio practicó desde bien pequeño una serie de ejercicios todos los días dirigidos a dominar las pasiones, entrenando mente y cuerpo para que sólo obedecieran a la razón. Decía que es ésta la que gobierna nuestras decisiones. Buscaba la excelencia hasta el punto de renunciar a hacer cualquier cosa indebida o inapropiada y aceptar con absoluta calma aquello que estaba fuera de su control. Y llegó a tal dominio de la técnica, llegó a creérselo tanto, que jamás perdía el tiempo en fiestas populares o con asuntos frívolos y -por supuesto- nunca gritó ni lloró desconsoladamente por mucho dolor que sintiera.

Pero, con todos mis respetos a tan honorable emperador, no hay filosofía ni ser humano (o eso creo) que pueda anular los sentimientos por mucho que nos empeñemos. Porque el corazón -queramos o no- no puede ser siempre fuerte, aunque quiera. El corazón late…siente. Será por eso que, a pesar de los consejos de ms padres y profes varios, a pesar de que me encanta Marco Aurelio y a pesar de trabajármelo a lo largo de estos años a base de tortas, siga con mi manía de no pisar el freno. La felicidad que a veces me produce el exceso es inevitable. Ir al karaoke y hacer el ridículo una y otra vez me encanta. Necesito quejarme cuando me han hecho daño o cuando me siento mal. Y si hay que llorar, lloro. Me gusta hacer chorradas. Me gusta bailar, aunque nunca lo he hecho bien (la coordinación es otra de mis asignaturas pendientes). Necesito mostrar mi lado grinch en cualquier época del año. Y así podría hacer un relato interminable de cosas que me gustan y cosas que necesito hacer pero que, según las enseñanzas de Marco Aurelio y su grupo de estoicos, no debo porque muestro mis emociones más allá de lo debido.

Querido y admirado Marco Aurelio: Desde aquí todos mis respetos y reconocimiento por tu gran labor y legado pero lo del estoicismo no te lo compro. O, mejor dicho, te lo compro a cachos. Porque, como bien dices, al final a todos nos espera el mismo final y -precisamente por eso- no hay cosa más grande que el placer de los sentidos, lanzarnos a la vida sin frenos, salirnos del guion, abrazar las emociones delante de quien sea y caiga quien caiga. Porque todo eso es parte del mundo. Y a mí me gusta ver el mundo así, con sus excesos. Reprimir mis sentimientos nunca se me ha dado bien. Así que prefiero, si no te importa, dejarles la puerta abierta, que entren y salgan tantas veces lo vea necesario…y me lo pida el cuerpo.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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