La importancia de saber estar, o de entender que la cosa no va contigo es en ocasiones la clave para que determinadas actitudes te afecten o no.
Durante los últimos años he aprendido, un poco a la fuerza, cuando la bronca que me estaban echando era por algo que yo había hecho o por el contrario porque mi interlocutor tenía un mal día y estaba especialmente sensible ante determinadas actitudes.
Hay días en los que dejamos que todo nos afecte, incluso aquello en lo que en circunstancias normales no hubiéramos reparado. Una palabra más alta que otra, un mensaje de menos o una opinión diametralmente opuesta a la nuestra son en ocasiones consecuencia del estado de ánimo de nuestro interlocutor y no podemos hacer nada por contrarrestarlo.
El consuelo que nos queda es saber que si logramos mantener la calma y no entrar al trapo, las provocaciones no llegarán a su destino y en el momento en que nos pidan disculpas (que nos las pedirán), estaremos listos para aceptarlas.
Eso si, no confíes en que todos los días me vas a pillar bien, porque yo también tengo mi carácter y mi corazoncito y ellos no están dispuestos a que les hagan daño gratuitamente.
Reyes
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