Empalmaba un pitillo con otro. Movía las piernas como si tuviera un tic. Las reuniones de trabajo eran comidas, cenas y…resopón. Un clásico del género. Así empezó.
Todo parecía perfecto. La cosa marchaba sobre ruedas. La idiota no había notado algo que le hiciera predecir la catástrofe. El aprendiz de Maquiavelo tenía siempre la coartada perfecta. Y ella, entre mentira y mentira, en las nubes incapaz de descubrir su falsedad rodeada de tramposos halagos. Con el tiempo se aprende a vivir con el engaño…o no.
Mentir funciona pero tiene sus riesgos. Al fin y al cabo, no es nada fácil: inventar historias, repasar constantemente todo lo dicho y acordarte de las explicaciones para no pillarte en un renuncio, implica un gran esfuerzo mental. Exige fingir constantemente. La mentira es un estado de miseria mental y el riesgo de mentir es quedarte en blanco. Sin argumentos. Y que te pillen. Luego viene lo que viene: nerviosismo, mal humor, insomnio… No hay peor pesadilla que vivir enredado en una telaraña de mentiras. Un laberinto sin salida.
Muchas veces los planes no salen como uno espera. La idiota notó que algo raro estaba pasando. Supo que le mentía cuando un día se resignó a escuchar sus invenciones sin inmutarse. Harta de escuchar hasta lo que no decía. Pendiente de los regates. Vigilando cómo esquivaba su mirada a las preguntas incómodas. ¿Por qué me miente sin mover un sólo músculo? “La ignorancia nos hará felices” le decía aquél de vez en cuando a ver si la idiota picaba. Pero no. Vivir en la ignorancia no es la solución. Perdió la confianza. A la idiota se le fueron las ganas de oír más. Tanta sarta de mentiras acabó con su paciencia.
Lo tienes jodido. Se podía haber arreglado de otra manera pero tú quisiste mentir. Y, para tu sorpresa, la idiota ha aprendido a ver más allá de cualquier mentira. Ahora ríe a costa de tus absurdas evasivas y del trabajo que te tomas en inventarlas. ¿Lo pillas? ¿Cuantas veces creías que la vida iba a colocar a la idiota en tu camino? Conócete antes de mentir no vaya a ser que en una de esas mentiras acabes arrasando con su ilusión y entonces la venganza será terrible. El futuro será cruel con el recuerdo que tus mentiras dejan. Ahora, con el corazón medio roto, la idiota ha descubierto el placer de darse media vuelta en tu cara. Y dejarte con la mentira en la boca. Aun así, siente pena. Busca razones pero pierde el tiempo. Sabe que el que miente una vez, miente siempre. Lo peor de todo es que no entiende “por qué” tanta farsa. ¿Qué hay detrás? ¿Es necesario?
Nunca mientas a una idiota. No sirve de nada. Pocos sentimientos son tan dolorosos como descubrir la mentira. Y que sepas que llegará el día en que se pregunte si vale la pena continuar escuchando tus inventos.
La idiota no te miente. Te manda directo a galeras. Porque…no le hace falta nada más.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.