Aquí me pilláis. De nuevo en la cocina. Y a la vez que tengo al horno castigado a trabajos forzados he traído el pc para escribir mi último post del año.
Nada nuevo. Todo sigue igual. Año tras año, nochevieja tras nochevieja, como marca la tradición: Uvas de la suerte. Algo rojo. Cotillón de la suerte. Una maleta en la puerta. Y cuando suene la última campanada en el reloj de la Puerta del Sol ¡un salto y entrar en el nuevo año con el pie derecho!
¿El pie derecho? Eso dicen. Que es para tener suerte. Pero yo ya la tengo. En cuestión de amor, voy servida. Tengo una GRAN FAMILIA en cantidad y en calidad. Les quiero más que a mi vida y me quieren mucho. Lo sé. Y eso sí que es tener suerte ¡Y mucha! ¡Son la bomba!
Mis amigos, los de verdad, están ahí. Han estado y estarán. También lo sé. Con algunos de ellos brindaré esta noche por lo que se fue y por lo que vendrá y a los otros, aunque en la distancia, le besuquearé, abrazaré y sobaré. ¡Se puede!
Y además os tengo a vosotros ahí detrás del teclado. ¡¿Qué más puedo pedir?!
De salud andamos bien. Algún achaque que otro pero todo bajo control. ¡Viva el colesterol, el azúcar, las grasas y el gin tonic! A partir del día 7 todo pasará. ¡Esta noche toca exceso sí o sí!
¿Y el trabajo? ¡Ayyyyyyyyy bendito trabajo! ¡Y que no falte! ¡No os imagináis las ganas que tengo de volver al curro, enfrentarme a una montaña de papeles y reencontrarme con mis compañeros de fatigas!
En fin. Todo seguirá igual. Eso espero. No pido más.
Os dejo. El pavo y el horno me reclaman.
No sé cuándo lo leeréis, o si lo leeréis algún día ¡Qué más da!
¡JAPI 2015!
Coco.
Photo by Richard Avedon
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